JUAN CARLOS GIRAUTA-EL DEBATE
  • Es mentira que los querellantes no tengan legitimación por mucho que a Lo País le caigan mal. Es mentira que no puedan personarse como acusación popular partidos que a Prisa le tocan la pera

Analizas fríamente la reacción socialista a una citación judicial y vas descartando morralla argumental, hasta que no queda nada. No hay valor, todo es colgajo, retal, latón leguleyo, todo aspaviento, ira del que tropieza una y otra vez con obstáculos legales a la trama descuidera del golpe. Y a la otra. Entre quienes no tragamos, es bueno que por delante caminen los jueces, que para eso son independientes e inamovibles. La forma que tiene el juez de cumplir con el papel que la Constitución y la tradición democrática liberal le reservan es seguir su criterio en la instrucción sin escuchar amenazas ni cantos de sirena, pasando de la prensa, sin detenerse a pensar en eventuales consecuencias políticas ni hacer el menor caso a los dedos admonitorios. Dedos índices, muy rectos, que se levantan ante él como cipreses para turbarle y perturbarle en el cementerio de las libertades, para torcer la acción de la Justicia.

Oigo a la insufrible Ribera, sacerdotisa de la fe catastrofista, gran archipámpana del milenarismo que va a arruinar Europa, incorporando a sus mítines la furiosa pretensión de que su señorito (léase en voz alta, alargando la i con voz a lo Gracita Morales) quede exento del cumplimiento de las leyes, y con él su esposa, que acaba de adquirir, gracias a una nueva melonada de Patxi Nadie, el título de presidenta del Gobierno. O sea, que lo ha adquirido con el mismo crédito que sus otros títulos, los académicos, los que no tiene pese al Instituto de Empresa y a la Complutense. El timbre mitinero de Ribera es de por sí cercano a una pesadilla febril, pero si encima bacigalupa o prebacigalupa, entonces te corre un escalofrío por la espalda, te acuerdas de tantos abusos pasados y presentes y te entran ganas de escribir un manual: ‘El socialismo como arbitrariedad y prevaricación’. Para competir con Schopenhauer, pero en plan chungo.

Todo es colgajo, nada es valioso, funcional o útil en este socialismo terminal. Es mentira que los querellantes no tengan legitimación por mucho que a Lo País le caigan mal. Es mentira que no puedan personarse como acusación popular partidos que a Prisa le tocan la pera. Es mentira que no pueda citarse a alguien durante una campaña electoral, tenga o no responsabilidades políticas, que encima no las tiene la trujimana. Sí, trujimana: traduce del espanglish marketiniano (Academia Pepe) a la lengua del parné, que todo el mundo entiende, y más si es progresista. Todo es mentira en este socialismo español que está mutando por momentos en somnífera cháchara de gorila neobilivariano. Ay, doctorcito, esas cartas… El género epistolar no es cosa fácil. Podría practicar de momento con unos crucigramas o con Vanity Fair. Algo a su nivel, no sé, que rime con el cinco o con el trece. Después de sufrir tanto tiempo al comando Aranzadi –opositores fuera de la realidad– nos ha acabado robando la democracia el comando Zurupetos sin Alma. Si me tienes que robar, dame son y danzón. Canalla.