Ignacio Varela-El Confidencial

Las elecciones dependen sobre todo del escenario catalán; y este, a su vez, depende del desarrollo y desenlace del juicio

Al final, resultó ser tan solo una manifestación de los adversarios de Pedro Sánchez contra Pedro Sánchez. Grandecita, pero lejos de resultar emocionalmente memorable o políticamente determinante. No solo por cuestión de números (hubo quien llegó a soñar con medio millón de personas en la calle) sino porque a toda la liturgia le faltó grandeza. Puede que la temperatura social sea más tibia de lo que suponemos, o puede que el PP, además de perder masa electoral, esté perdiendo también músculo operativo y talento propagandístico.

Vendrán los grandes fastos políticos de la primavera, pero no podrá decirse que esta convocatoria cambió el curso de los acontecimientos. Cuando se haga el balance de un año que está llamado a ser decisivo para España, el 10-F figurará como un episodio menor. Colón no fue, ni de lejos, la versión madrileña de la Vía Layetana. A esta, que sí fue histórica, entre todos la mataron y ella sola se murió.

Los organizadores lograron contener el acto dentro de la corrección política, lo que no siempre es sencillo cuando se hacen sonar tambores de guerra en la silvestre derecha capitalina. No apareció un solo aguilucho ni los ‘vivaespaña’ de rigor desencadenaron gritos más problemáticos. El rostro de los convocantes, especialmente de los de Ciudadanos, reflejaba más alivio que entusiasmo. Los Rivera, Vargas Llosa y Valls se morían de ganas de que aquello terminara cuanto antes.

Casado y Rivera han cedido su principal ventaja diferencial sobre Abascal, que es la fuerza legitimadora de sus 169 escaños

Eso sí, Vox ha logrado que se le otorgue rango de partido parlamentario antes de haber obtenido su primer diputado en el Congreso. Al llevar el asunto a la calle, Casado y Rivera han cedido su principal ventaja diferencial sobre Abascal, que es la fuerza legitimadora de sus 169 escaños. En la calle, todos somos iguales y valemos lo mismo. Vox ha sido admitido en sociedad por las encuestas antes que por los votos.

En vista de que la coalición Frankenstein decidió sacar el tratamiento del problema de Cataluña del ámbito parlamentario, los del otro lado hicieron otro tanto de lo mismo. No es extraño: si algo se ha demostrado a lo largo de estos tres años es que, en la presente situación, tanto el Parlamento español como el catalán son artefactos inútiles, impotentes para cumplir ninguna de las funciones que el sistema les encomienda.

La legislatura española está arruinada casi desde su nacimiento. Este Congreso de los Diputados ha fracasado en la función legislativa; no ha sido capaz de alumbrar una mayoría de gobierno merecedora de tal nombre, y ni siquiera sabe ser escenario de un debate productivo o espacio para los acuerdos políticos. Solo las horrísonas sesiones de los miércoles por la mañana dan cuenta de su existencia. Todo lo importante está bloqueado y así seguirá.

En cuanto al Parlament de Cataluña, su existencia solo interesa a las fuerzas independentistas para formalizar la ruptura con España. Dado que eso no es viable, han decidido clausurarlo sin más. Entre otros motivos, porque los jefes de la dos facciones del tinglado secesionista, mortalmente enfrentados entre sí, libran su batalla política y personal lejos del hemiciclo, uno desde su celda y el otro desde su mansión en Waterloo. Y Arrimadas sigue mostrando más mentalidad de cabeza visible de la resistencia que de líder de la oposición institucional.

La desquiciada semana de Sánchez y su Gobierno no ha sido sino un episodio agudo de su vicio de origen, que proviene de un fraude fundacional (no lo votaron para gobernar sino para convocar las elecciones que prometió y a continuación escamotéo) y de vivir del aire que le suministra una mayoría subversiva, en la que prevalecen las fuerzas extraconstitucionales.

Esa opción estratégica mantiene moralmente escindidos a los socialistas desde hace tres años. Lo del relator ha sido solo la mecha. Esta erupción del viejo cisma, que parecía sofocado, se debe a la tensión preliminar de unas elecciones en las que todos ellos se someterán al veredicto popular. Se comprende que los alcaldes y presidentes autonómicos del PSOE prefieran ser juzgados por su gestión que por una política de alianzas que muchos no comparten pero —como comprobó Susana Díaz— les contamina a todos.

Mezclar el Presupuesto con el conflicto catalán es un error fatal. Las magnitudes de una y otra cuestión son radicalmente heterogéneas. No pueden negociarse en el mismo paquete un instrumento de política económica, por importante que sea, y la unidad del país. Te cambio una enmienda a los Presupuestos por la autodeterminación, ¿cabe mayor disparate?

El Gobierno no solo ha aceptado participar en ese juego diabólico, sino que lo ha hecho tratando de engañar a todos a la vez. Si se compara el profuso, difuso y confuso discurso de Carmen Calvo el martes con la propuesta por escrito que trasladó a Artadi y Aragonès el viernes, se comprueba con facilidad que una cosa o las dos fueron pura falsedad.

Te cambio una enmienda a los Presupuestos por la autodeterminación, ¿cabe mayor disparate?

La propuesta incorporó todo aquello de lo que Calvo había renegado dos días antes: una mesa de partidos nacionales, un mediador que estaría “al frente de las conversaciones” y un temario ilimitado (ni siquiera se molestaron en marcar el límite de “la seguridad jurídica”, como en Pedralbes). El texto del Gobierno no fue un ultimátum, sino una entrega. ¿Qué sucedería si antes de la votación del miércoles los independentistas reconsideraran su negativa y lo aceptaran?

La clave de todo sigue siendo Cataluña. Los Presupuestos son la liebre falsa. Las elecciones dependen sobre todo del escenario catalán; y este, a su vez, depende del desarrollo y desenlace del juicio. El Tribunal Supremo será la pista central de la política española en los próximos meses. Sabiendo Sánchez —como sabemos todos— que en ningún caso habrá sentencia antes de las elecciones de mayo, la única vía por la que podría llegar a una investidura con los votos nacionalistas sería precisamente adelantar las generales y la investidura misma a la sentencia.

Sánchez es muy capaz de intentar ganar la investidura con los votos de los independentistas para después aplicarles el 155 si rompen la baraja tras la sentencia. Por lo demás, con Presupuestos o sin ellos, su ruptura durará lo que tarde en recomponer la disciplina doméstica en su partido. Una forma de hacerlo es alinear a todos con una convocatoria de elecciones generales para el 26 de mayo.

El incentivo para el superdomingo crece por momentos.