ABC 25/05/17
EDITORIAL
· Sánchez pretende el control íntegro sin dejar margen alguno de maniobra a Susana Díaz ni resquicio a la más mínima oposición interna
EL nuevo proyecto de Pedro Sánchez para el PSOE empieza a tomar forma con ánimo de purga, venganza y rencor. Ha decidido imponer una Ejecutiva en la que no tenga ninguna contestación interna, y en la que no pueda reproducirse la dimisión masiva de la mitad más uno de sus miembros, como ocurrió en otoño, cuando la guerra en el PSOE desembocó en su salida forzosa como secretario general. Sánchez no hará prisioneros en esta nueva etapa, y por eso ha adoptado ya dos decisiones. La primera, que en la nueva dirección no haya barones territoriales, lo cual es un evidente castigo para marginar a los miembros del «aparato» tradicional que le han combatido en las primarias. Y la segunda, pretender la imposición de listas unitarias en los «congresillos» previos al Congreso de junio para controlar órganos internos del partido como el Comité Federal, que pudieran mantener una mayoría aún leal a los barones críticos. Sánchez pretende el control íntegro sin dejar margen alguno de maniobra a Susana Díaz ni resquicio a la más mínima oposición interna, lo cual recuerda mucho a los modos y maneras con los que Pablo Iglesias maneja Podemos. De momento, la presidenta andaluza ya se está resistiendo a la elaboración de listas provinciales únicas –pactadas con el sector sanchista– para la designación de delegados al Congreso, pero no parece que sea suficiente para plantar batalla al nuevo secretario general. Lambán en Aragón también ha expresado reticencias, pero Fernández Vara, García Page o Ximo Puig están dispuestos a alcanzar acuerdos de mínimos con el sanchismo para que del Congreso salga, al menos, una mínima imagen de unidad. Para Sánchez, sería demoledor salir del congreso elegido secretario general con una dirección solo avalada por el 60%.
Sin embargo, la purga no es el mejor camino para recomponer los añicos de un partido destrozado y aún en estado de
shock, por más que la propaganda interna trate de convencer a la opinión pública de que el PSOE está eufórico. El congreso será el reparto de una ruina. El clima sigue siendo bélico, aunque trascienda menos que durante la campaña de las primarias. En el Congreso de los Diputados, donde el brazo derecho de Sánchez, el valenciano José Luis Ábalos, será portavoz parlamentario provisional, los diputados socialistas andan a garrotazos públicos por los pasillos, desautorizándose unos a otros a viva voz. Ningún crítico sabe ya de la fuerza real de oposición interna que pueda quedar tras la cita de junio, pero es evidente que Sánchez ha decidido pasar a cuchillo a los barones que lo desalojaron de Ferraz. Triste bagaje para una crisis que solo da bazas a Podemos y a una moción de censura dirigida contra Mariano Rajoy, pero destinada objetivamente a debilitar más aún al PSOE.