¿Quién necesita engancharse a Pasión de gavilanes teniendo Génova 13? A mí, que ya las series no me flipan porque ninguna tiene suficientes malos, ni suficientes héroes, ni suficientes giritos de guion que me sorprendan, el culebrón de los populares me tiene con el corazón en un puño y el dedito en comando y R. Si pestañeas, te pierdes algo.
El último capítulo, que de titularse como un episodio de Friends sería conocido como El de cuando espían a Ayuso, es de traca. Y la presidenta de la Comunidad de Madrid, con un par, en una muy oportuna y suicida comparecencia, ha señalado sin ambages ni disimulos a Pablo Casado y su entorno. “Nunca pude imaginar”, decía seria pero firme, “que la dirección nacional de mi partido iba a actuar de un modo tan cruel y tan injusto contra mí”. Eso sí, exonera a José Luis Martínez-Almeida con un contundente “yo le creo”, dejando claro que le considera (o prefiere considerarle) ajeno a las maquinaciones. Casi nada.
El tanto marcado por Ayuso a Casado es clamoroso. Si el PP de Madrid desmentía en un comunicado las informaciones de espionaje nada más aparecer estas y amenazaba con tomar las medidas judiciales necesarias contra esas “falsedades”, la presidenta admitía en su comparecencia conocerlas desde diciembre, nada más y nada menos, y, pese a todo, haber trabajado por su partido, poniendo la comunidad y sus ciudadanos por delante de sus intereses personales. ¿Qué hacer ante esto? Pues como ella misma ha dicho, antes de nada, depurar responsabilidades.
La opción lógica, por el bien del partido y de todos nosotros, que nos merecemos una oposición en condiciones (tampoco para tirar cohetes, pero una cosa normalita, levemente eficaz o, al menos, presente), sería que, tras este dar la cara de Ayuso, Casado se tragara el sapo y se pusiese de su lado. Que escenificase, aunque fuese con la boca pequeña, una responsabilidad de Estado de cuya ausencia adolece y antepusiese el interés general al suyo individual. Que asegurase que se depurarán responsabilidades, que afirmase que algo así es inaceptable y sacrificara, puritita tramoya, a alguno de los suyos. Pero qué va.
Ha sido Teodoro García Egea el que ha comparecido unos minutos después de Ayuso para, engolado y solemne, anunciar un expediente informativo a la presidenta de la Comunidad por un ataque gravísimo y “casi delictivo” a Casado. En una rueda de prensa bochornosa que no le hace ningún bien a nadie, se ha presentado a sí mismo, a Casado y a la totalidad del PP (sin Ayuso) como víctimas de un inadmisible contubernio y acusando a la presidenta de posible corrupción en la adjudicación de contratos, sin aportar la más mínima prueba, pero asegurando que ella no ha colaborado para esclarecer los hechos.
Por momentos recordaba al discurso podemita su empeño en utilizar fórmulas como “todos hemos sido testigos” o “todos sabemos”. Como si la verdad, la suya, se materializase de manera inequívoca ante el mundo entero por el mero hecho de utilizar el plural mayestático. Pero pruebas, como digo, ni media.
Lo más vergonzoso del caso es el cariz casi de Sálvame de Luxe que ha tomado todo: pudiendo dirimir sospechas allá donde se prevé que eso se haga, si es que de verdad hay indicios de que ha ocurrido, hacerlo ante los focos, evidenciando el desgarro porque ha reventado entre las manos la torpeza, deja al principal partido de la oposición a nivel hija sin oficio de folclórica finada. Tendría hasta gracia si no fuera porque estamos ante una crisis extremadamente grave del principal partido de la oposición.
En Vox deben de estar reservando en algún asador para celebrar el despropósito y Pedro Sánchez se imagina ya cambiando la Constitución a su antojo para jurar sobre su propia foto lealtad a sí mismo en su indefinido mandato. Hasta que se aburra. El Falcon ya debe estar a su nombre.