Isabel San Sebastián-ABC

  • Casado debe decidir si va a por la victoria o no y, en caso afirmativo, con quién se alía después en aras de gobernar

La encuesta de GAD3 publicada ayer por ABC ofrece motivos para la esperanza, máxime porque dicha empresa se sitúa desde hace años en el podio del acierto, mientras que el CIS de Tezanos es un instrumento de propaganda socialista pagada con dinero público. A la luz del rigor demoscópico, el engendro que encabeza Pedro Sánchez agoniza, aunque podría revivir si quienes deben rematarlo fracasan en ese empeño.

La pelota está en manos de Pablo Casado, que debe decidir cómo y con quién la juega; esto es, si va a por la victoria o no y, en caso afirmativo, qué alianza construye después en aras de gobernar. Él afirma salir a ganar, aunque la herida abierta por su disputa con Isabel

Díaz Ayuso ha provocado una hemorragia que le aleja de esa meta. Ese enfrentamiento absurdo, injustificado a juicio de sus propias bases e impagable para sus adversarios está mermando su ventaja de manera inexorable, hasta el punto de amenazar la mayoría absoluta que aún alcanza junto a Vox. Si se trata de un error estratégico, corregirlo resulta sencillo: no tiene más que enviar señales claras de paz, asumir que la presidenta de la Comunidad de Madrid tiene perfecto derecho a liderar el partido en su región y abrazarse a ella con el fin de compartir su popularidad y su tirón, en lugar de seguir demostrando que la teme o siente celos de su éxito. Ayuso es actualmente la mejor baza del PP. ¿Qué haría un dirigente maduro, seguro de sí mismo y lo suficientemente ambicioso como para ir a por todas? Reclamar la paternidad política de esa mujer, imitarla en sus aciertos e integrarla como parte nuclear de su equipo, incluso a costa de prescindir de alguna pieza incompatible. Aunque el carisma es personal y no se adquiere por ósmosis, semejante movimiento de aproximación se traduciría a buen seguro en un porcentaje más alto de sufragios populares en las generales, aproximando así al candidato a su deseo, hoy por hoy inalcanzable, de gobernar en solitario. Si quiere sentarse en La Moncloa, Casado necesita aliados y solo cuenta con dos posibles: los de Abascal o el PSOE. Una apuesta clara por la lideresa madrileña le sumaría papeletas fugadas hacia los verdes, con quienes tendría que acabar entendiéndose, puesto que esperar de ellos un respaldo incondicional es tanto como confiar en la mayoría absoluta. Si lo que pretenden los estrategas de Génova es unirse a los socialistas, persistir en la pugna abierta con la Puerta del Sol cobraría sentido, al indicar la voluntad de virar el timón hacia la izquierda, acaso con la ilusión de pescar en ese caladero los votos indispensables para alcanzar 175 escaños. Digo bien ‘ilusión’, porque no hay un solo instituto que contemple ese escenario, lo que nos aboca a la ‘gran coalición’, con o sin Sánchez. El primer camino mata a Frankenstein. El segundo lo resucita.