La oposición no debiera perderse con escaramuzas estériles ni confiar en implosiones socialistas o en defecciones de sus socios, sino coger el toro por los cuernos aun a riesgo de revolcón
En «Ensayo de revolución», artículo periodístico que publicó el 7 de junio de 1936 en el rotativo madrileño Ahora, Miguel de Unamuno refiere un incidente del que fue testigo en la capital de su rectorado universitario y en el que se dieron la mano el hostigamiento a la Justicia con el dejar hacer de las autoridades republicanas. Un calco de la la ignominiosa (por consentida) aparición y nueva huida -ya fuera del maletero- del prófugo Puigdemont al que el falsario Sánchez se comprometió -como tantas otras mentiras- a poner a buen recaudo antes de mercadearle los siete sufragios de Junts para ser investido presidente tras su “dulce derrota” del verano pasado. “Hace unos días -detallaba el gran humanista vasco- hubo aquí, en Salamanca, un espectáculo bochornoso de una Sala de Audiencia cercada por una turba de energúmenos dementes que querían linchar a los magistrados, jueces y abogados (…) Y toda esta grotesca mascarada, reto a la decencia pública, protegida por la autoridad. La fuerza pública ordenada a no intervenir sino después de… agresión consumada. Método de orillar conflictos que no tiene desperdicio.”
Hoy, a diferencia de aquel episodio prerrevolucionario como antesala del infierno que aguardaba tras la esquina un mes después, en el autogolpe blando que Sánchez va madurando a ojos vista para aferrarse a La Moncloa como el tirano venezolano al que también apodera el expresidente Zapatero, el acoso a la Justicia no lo protagoniza una turbamulta. Es el Consejo de ministros con los titulares de las carteras de Justicia y Orden Público como puntas de lanza, pese a la reciente amonestación de la Comisión Europea sobre el retroceso del Estado de Derecho en España en su último Informe Anual. Cuando se menoscaba la independencia judicial y se borran las sentencias condenatorias a conmilitones y sosias, es que la democracia está seriamente amenazada.
En su postrero escrito “Justicia y Bienestar” (3 de julio de 1936), Unamuno abundaría en ello rememorando su reproche a un prócer socialista al que advirtió de cierto precepto legal republicano que suponía tanto como si un juzgado proveyese: “Le hemos condenado a muerte, porque si no, la horda le saca de la cárcel y le lincha”. Luego de transigir con que “sí, es injusta”, éste zanjaría tajante la porfía: “Pero aquí no se trata de justicia, sino de política.” Para ese menester, como terció la chequista Margarita Nelken, “basta con un panadero, que no importa que no sepa de leyes, con tal que sepa lo que es la revolución”. Cuando la política se enseñorea de la justicia es justicia política lo que es tanto como travestir la tiranía de democracia. Así, cuando se oye lo de democratizar la Justicia en boca de quienes malamente disimulan sus designios, hay que echarse a temblar, sin esperar a “ver hasta dónde se puede llegar” con estos “ensayos de revolución” que estallan como acaecería en aquella España incandescente.
Si se cuenta que Goethe vislumbró en la batalla de Valmy entre franceses y prusianos la génesis de una nueva edad histórica que no avizoró el mando militar, aquí no se precisa tal ejercicio de adivinación sobre un “regreso al futuro” que destapa la caja de Pandora guerracivilista lacrada en una modélica Transición merced a una reconciliación nacional asumida a derecha e izquierda. A este respecto, a nadie se le escapa que el más ilustre parroquiano de la peluquería Carlos Castellano Unisex, Félix Bolaños, absorbió la jurisdicción de Justicia, junto a la de Presidencia y la orwelliana de Memoria Democrática, no para resolver los cuitas de tan esencial servicio público, sino para minar la independencia judicial. Es lo que ya, de forma titubeante hasta la depuración del coronel Pérez de los Cobos, viene socavando el réprobo Marlaska desde Interior a fin de que, degenerando como el banderillero de Belmonte para ser poncio en Huelva, las diligencias judiciales que perjudiquen al PSOE et alii sean papel mojado como las órdenes de busca y captura del juez Llarena contra el fuguista Puigdemont.
El PSC transparenta ser el caballo de Troya que siempre fue del soberanismo, una vez que González pasaportó los votos catalanes del PSOE a un panda nacionalista sin electores
Como botón de muestra de la degradación institucional del sanchismo, el mosquita muerta de Illa -ni una mala palabra ni una buena acción- promueve a director general de la Policía catalana al mayor de los Mossos que facilitó el referéndum ilegal y que tocaba la guitarra al son de Puigdemont mientras cantaban a dúo Palabras de Amor en Cadaqués en el verano de 2016. Entre tanto, Pérez de los Cobos pena haber sido el responsable del mando policial único durante la vigencia del artículo 155 de la Constitución aprobado por PP y PSOE para recobrar la legalidad con el obstruccionismo de un Trapero al que blanquea como al procés. El PSC transparenta ser el caballo de Troya que siempre fue del soberanismo, una vez que González pasaportó los votos catalanes del PSOE a un panda nacionalista sin electores que, gracias a Zapatero y a Sánchez, marca la deriva cantonal de una casa matriz en la que la parte supedita al todo. La emergencia es tal que incluso se distingue con desprendimiento de retina, a juzgar por lo declarado por el jefe de la oposición, Alberto Núñez Feijóo, a Carlos Herrera en la Cope antes del alta médica.
La cuestión no es que le critiquen ese gato que dice llevar en la cabeza, como banaliza el cómico Bolaños copiando la política TikTok del madurismo, como tampoco lo es el flequillo revuelto del “pastelero loco” Puigdemont, sino el desguace del régimen del 78 rumbo a otra “república sin republicanos”, esto es, sin demócratas, de la que se exilió Manuel Chaves Nogales abandonando la dirección del Ahora donde firmaba Unamuno. De esta guisa, agravando el pacto del Tinell que tendió un cordón sanitario en derredor del PP para que Maragall fuera el primer president socialista, el Gobierno sería cosa exclusiva de la izquierda y de los soberanistas como en la II República estando facultados además a recurrir, en caso de victoria de la derecha, a golpes de Estado como en Asturias (socialista) y en Cataluña (independentista) en 1934 o a pucherazos (febrero de 1936) tan documentados (acta a acta) como los de Maduro contra el bravo pueblo venezolano con la aquiescencia del totalitarismo mundial (China, Rusia, Irán y Cuba) y la inhibición de pávidas democracias que refrendan que, “para que el mal triunfe solo se necesita que los hombres buenos no hagan nada”. No notarlo es ceguera ideológica que, como atisbó Borges con ojo huero, es mucho peor -valga la hipérbole- que la biológica.
Al sanchismo ya se le hacen los dedos huéspedes con el adiós -ya sin posible reelección- de Manuel Marchena de la Presidencia de la Sala II del Tribunal Supremo y su eventual reemplazo por una magistrada “pumpida” como Ana Ferrer
Por eso, y para preservar su inmunidad ante la corrupción familiar y de partido que acecha a los Kirchner de La Moncloa, Sánchez procura neutralizar a los togados que osan someterle al imperio de la ley para que escarmienten y sirvan de aviso de navegantes a fin de que las puñetas se arremanguen en la dirección que él dicte si pretenden hacer carrera. Un autócrata como Sánchez no cederá el poder por las buenas y, cuando quieran desperezarse las amodorradas ranas inmersas en el agua templada que aumenta grado a grado su temperatura hasta asfixiarlas dulcemente, habrá finiquitado una democracia madurada a la venezolana en cuanto rinda los bastiones de resistencia en la Justicia y en la Prensa.
A este fin, al sanchismo ya se le hacen los dedos huéspedes con el adiós -ya sin posible reelección- de Manuel Marchena de la Presidencia de la Sala II del Tribunal Supremo y su eventual reemplazo por una magistrada “pumpida” como Ana Ferrer, del gusto separatista, para que los fallos de esta alta instancia no deban ser cepillados propasándose por el camarlengo de Sánchez en el Tribunal Constitucional donde militariza a los vocales de su cuerda observándole mayor obediencia que a la Carta Magna como es exigible en una Corte de Garantías Constitucionales. Ferrer, apadrinada por el matrimonio Conde-Pumpido entre bambalinas demasiado ruidosas para no apercibirse de la maniobra, fue el único voto particular contra el auto que negaba la amnistía a Puigdemont por no abarcar su malversación.
Para un vendepatria como Pumpido, quien aúna el vicio (de los ERE) y el crimen (con sus subterfugios con ETA y el “¿lo sabe Pumpido?” de Otegui), esta mudanza reglamentaria en la Presidencia de la Sala de lo Penal del TS posee aires de vendetta después de que Marchena le venciera en 2014 en la lid de ambos exfiscales por capitanía tan principal. Siendo Marchena diez años menor que Conde-Pumpido dejará su Presidencia en dos meses mal contados mientras que su enemigo íntimo dispone de dos años vitales por delante para que el sanchismo arrumbe el sistema constitucional y decrete como legal todo lo que le pete al presidente como acarició vanamente Nixon antes de tomar el avión de vuelta a su casa tras el “escándalo Watergate”. Pese a su cante en la sentencia que condenó a los golpistas del 1-O al incluir la extravagancia de la “ensoñación” por mor de una resolución unánime, a Marchena se le reconoce una dignidad y decoro del que carece el sayón del zapaterismo y del sanchismo. En las antípodas de Pumpido, declinó presidir el Poder Judicial y el Tribunal Supremo para no deslustrar su ropón con el partidismo tosco del PP de Casado, mientras la toga de su antagonista es toda ella una mancha al multiplicar los lamparones desde que enlodó su toga de fiscal con el polvo del camino con Zapatero.
Pegar un “madurazo” con las tretas bolivarianas que le imparte el mefítico Zapatero, cuyo apoyo al sátrapa Maduro no puede tener “una explicación decente”, según arguye Alfonso Guerra con la razón de un santo, aunque no lo sea
En este brete, la oposición no debiera perderse con escaramuzas estériles ni confiar en implosiones socialistas o en defecciones de sus socios, sino coger el toro por los cuernos aun a riesgo de revolcón porque Sánchez se atornillará a La Moncloa “por lo civil o por lo criminal”, como espoleaba Luis Aragonés a sus futbolistas. Entiéndase por lo primero, la compra a mansalva de papeletas a cargo del erario, así como el manejo artero de las instituciones del Estado tras colonizarlas, y por lo segundo pegar un “madurazo” con las tretas bolivarianas que le imparte el mefítico Zapatero, cuyo apoyo al sátrapa Maduro no puede tener “una explicación decente”, según arguye Alfonso Guerra con la razón de un santo, aunque no lo sea.
En consecuencia, aquí y ahora no se juega un designio electoral como en época de normalidad, sino la democracia, una vez que el Parlamento es parte del atrezo y se demuele la Justicia con el denuedo con el que Plinio el Viejo reclamaba devastar Cartago en el Senado de Roma. Por eso, el dominio del Tribunal Supremo entraña cruzar el Rubicón tras hacer lo propio con el TC, anular el CGPJ tras las tablas entre PSOE y PP y domeñar la Fiscalía como perro faldero de Sánchez para que el déspota, con su apisonadora mediática, presente su tiranía como liberación (bolivariana).
Si no toma la delantera y va a rastras de Sánchez, Feijóo se resignará al triste papel de certificar la defunción de la democracia y de España como nación. No parece que le hayan votado para esto ni a él ni a los barones suyos
Cuando Feijóo le recordaba a Herrera que, al finalizar el debate de investidura, se encaminó al escaño de Sánchez y le dijo, al felicitarle, que había sido “un inmenso error”, y que se ratifica en que es el error más grande cometido desde la Constitución del 78, acierta en el diagnóstico, pero no le valdrá de mucho si no perfila una estrategia contra la política de hechos consumados de la izquierda que luego la derecha acostumbra a consolidar dejando casi todo por consumar. Si no toma la delantera y va a rastras de Sánchez, Feijóo se resignará al triste papel de certificar la defunción de la democracia y de España como nación. No parece que le hayan votado para esto ni a él ni a sus barones que se refugian en la miope política de campanario y se enajenan del interés común. Nada que ver con aquel legendario alcalde de Móstoles alentando a la nación frente a Napoleón como ellos debieran hacer contra la política de atajo y engaño de Sánchez.
Sin ser el mago Gandalf de El Señor de los Anillos contra el “señor oscuro” Sauron, aunque sea de tierra de meigas, Feijóo debe afrontar igualmente cómo sacar el veneno de la mordedura sanchista que abrasa una España en la que la escarcha alcanza sus raíces profundas. Para ello, lo sustancial no es cuánto tiempo le queda, sino qué hacer con el tiempo que le ha sido concedido.