Fernando Navarro-El Español
Imaginen que son espectadores de una película que se desarrolla, deliberadamente, a oscuras. La pantalla se ilumina ocasionalmente por relámpagos que nos permiten ver los movimientos de los personajes.
Uno de ellos tuvo lugar el 20 de enero de 2020 en Barajas, con la vicepresidenta de la dictadura venezolana, el ministro de Transportes español, el inevitable Aldama y cuarenta misteriosas maletas.
Todo eso, y algunas páginas del guion recuperadas por la UCO, nos ha permitido comenzar a entender mejor algunos episodios previos (la relación del gobierno con la dictadura chavista, el rescate de Air Europa, el de Plus Ultra…) y conocer a los protagonistas (Ábalos, Koldo, Begoña Gómez, Delcy Rodríguez…).
El principal, claro, es Pedro Sánchez, y aquí la película ha fallado un poco porque aún no tendríamos que saber quién acaricia al gato. Porque, por lo que vamos viendo, esta peli es de gángsters.
Ahora intenten componer una historia coherente con las escenas dispersas que ya conocemos. Es bastante más fácil que una película de Nolan.
Aldama defraudó 180 millones de euros a Hacienda, aparece en la trama de las mascarillas, consiguió oro ruso para Delcy, que esta pagara deudas pendientes a Globalia, y que Globalia fuera rescatada con 475 millones de euros. Ha pagado puntualmente el alquiler del piso de la -ejem- pareja de Ábalos, y compró un apartamento en la playa para ponerlo a disposición de éste. Oculta 70 millones en el extranjero.
Begoña Gómez coincidió en 2019 con Javier Hidalgo y Víctor de Aldama en San Petersburgo, acudió en junio de 2020 a la sede de Globalia, y volvió a ir allí la tarde de 16 de julio para reunirse con Hidalgo. Unas horas antes se habían reunido su marido el presidente Sánchez, la vicepresidenta Calviño y el ministro Ábalos para estudiar el rescate de Air Europa.
Unas horas más tarde, Hidalgo y Aldama acudieron al Ministerio de Transporte para hablar con Ábalos. Y un poco más tarde Koldo mandó un mail a Aldama contándole que Ábalos había dicho a Hidalgo que ese rescate, que se aprobaría oficialmente por el gobierno cuatro meses más tarde, ya estaba concedido.
En marzo de 2021 Sánchez rescató con 53 millones de euros a la compañía aérea Plus Ultra, en quiebra antes de la pandemia, que apenas daba servicio en España y cuyos principales accionistas son empresarios cercanos a Maduro. A partir de ese momento, ha protagonizado a su vez trasiego de maletas por Barajas.
Por su parte, el ministro de Exteriores de Sánchez se niega a llamar dictadura a la narcodictadura venezolana, con el pretexto de que «no soy politólogo». Y los socialistas españoles convencen a los europeos de que no reconozcan como presidente a Edmundo González, ganador de las elecciones.
Koldo, antiguo vigilante de seguridad y mano derecha de Ábalos («un militante ejemplar» según Sánchez), se ha enriquecido con la compraventa de mascarillas en la pandemia. Y llama «cariño» a la presidenta del Congreso, que también fue cliente suyo.
Pedro Sánchez, ya lo he dicho, falla un poco en la película porque para el espectador tendría que ser como Kevin Spacey en Sospechosos Habituales, un personaje aparentemente inofensivo que en realidad es el supercriminal Keyser Söze.
Sin embargo, desde el primer minuto se ha visto que es un personaje perfectamente amoral, capaz de cualquier cosa por conservar el poder, así que su papel protagonista en la trama no va a ser ninguna sorpresa.
Un hombre sospecha que su mujer lo engaña, contrata a un detective y este le presenta un detallado informe. Todas las tardes un hombre la recoge y la lleva a un apartamento; entran abrazados y permanecen allí cerca de dos horas. Después ella sale algo despeinada, toma un taxi y vuelve a casa.
-¿Ha podido ver lo que ocurre en el interior del apartamento?, pregunta el atribulado marido.
-No, contesta el detective.
-Vaya, entonces me quedo con la duda.
Es importante entender cuanto antes esta película, porque no es una película. Jueces y policía harán su trabajo. A nosotros, los ciudadanos, nos toca intentar entender lo que ha ocurrido, con las piezas que tenemos, intentando que encajen en un rompecabezas coherente. A ser posible, con más tino que un cornudo dubitativo.