EL CORREO 07/01/15
TONIA ETXARRI
El nuevo Rey Felipe VI se volvió a examinar ayer. Desde que tomó el relevo de su padre, el día de su proclamación ante el Congreso de los diputados, consciente de los límites de su cargo, envía mensajes de modernidad y cercanía, comprometido con la historia de nuestro país, con toda normalidad. Y con toda normalidad quiso, en la celebración de la Pascua militar, destacar su paso por los tres ejércitos. Quizá para compensar que su imagen no sea tan castrense como la que representó su padre, a pesar de haber cursado las tres carreras en su formación académica militar, recurrió a su curriculum para enviar un mensaje de empatía a los mandos y soldados, a los que llamó «queridos compañeros», en un momento en el que algunas fuerzas políticas de la oposición cuestionan el papel de la Monarquía parlamentaria y del Ejército.
La Pascua del nuevo Rey volvió a recuperar la tradicional ceremonia castrense en un acto discreto y solemne en el que Felipe VI volvió a dejar una imagen de compromiso con el presente reivindicando la importancia del camino recorrido por otros. Ya lo hizo de forma más completa en su primer discurso de Nochebuena en el que demostró que su juventud no le impedía reivindicar la Constitución del 78 en una coyuntura como la actual, en la que muchos sectores políticos intentan desterrarla al hueco del olvido donde tan solo unos cuantos nostálgicos de la Transición parecen defenderla.
Ayer justamente se cumplía un año de la última alocución de la Pascua de don Juan Carlos. Un momento en donde los exégetas de la Casa Real sitúan la fecha en la el Rey tomó la decisión de abdicar antes de que los achaques le fueran apartando a un incómodo sillón y sin necesidad de que un cambio político le hubiera cuestionado.
Y ayer , con el discurso de don Felipe a los militares, se cerró el ciclo del relevo en la Monarquía española. Con la misma naturalidad con la que el nuevo Rey ha ido restaurando la imagen maltrecha de la familia real de los últimos años. Con palabras, sí. Pero, sobre todo, con gestos. Y con hechos. Con las medidas de transparencia y señas de austeridad. Con la contundencia que ha acompañado en su rutina, su empeño en luchar contra la corrupción «sin contemplaciones», como dijo en su discurso navideño, hasta el punto de haber apartado de su vida a su propia hermana imputada.
Con la misma naturalidad se dirigió ayer a los militares. A sus «queridos compañeros». Les agradece su esfuerzo y reivindica su papel en un mundo amenazado por el avance del terrorismo islamista. Entre otros peligros. Es un Rey que ya presumió en su proclamación de ser «el primer monarca de la Constitución». Conoce los límites que le impone la propia Carta Magna. No puede dar soluciones . Ni atribuirse competencias de compromisos políticos que algunos sectores le reclaman y que no le corresponden. Solo puede contribuir a tender puentes. Lo dice la Constitución. Cuando se reforme, hablaremos de otras cosas.
Del mensaje más político se encargó Pedro Morenés. Que para algo es ministro de defensa.