HERMANN TERTSCH, ABC 17/03/14
· Nacionalistas ucranianos y catalanes no son comparables. Ya era una obscenidad la comparación de Cataluña y Kosovo.
Es manifiestamente injusto comparar la lucha de un oficial del Ejército rojo que, arma en mano, combate por su vida, por su patria y por su ideal comunista entre las ruinas de Stalingrado, con las miserables actividades de un funcionario comunista que se enriquece con el estraperlo, dirige un burdel y denuncia a sus camaradas. Son dos comunistas. Cierto. Pero distintos. Pues viene a ser lo mismo comparar a un nacionalista ucraniano que defiende sus fronteras legales e internacionales contra los intentos de Rusia de arrebatarla una vez más la soberanía, con un nacionalista catalán que practíca cómoda, impune y muy lucrativamente desde su despacho oficial de la Generalidad, del Estado español, el chantaje permanente contra la unidad e integridad de España.
Comparable solo puede ser el grado de intoxicación y mentira que Rusia ha inoculado al discurso separatista en Ucrania. Ese sí es equiparable al alarde de manipulación de la realidad presente e histórica del presidente de la Generalidad y su corte. La mentira sobre la supuesta conspiración nazi- occidental- vaticanista contra la población rusa que se propaga en Crimea y en la cuenca del Don, tiene inmenso éxito. Promoverla no implica sacrificios, sino ventajas.
Los aparatchiks rusos que lideran las revueltas en Crimea y Ucrania oriental no esperan más que beneficios. Y ya dicen, como Artur Mas, que cuando ganen dejará de haber pobres. Desde hace treinta años, la gran mentira y manipulación nacionalista ha galopado sobre los pingües beneficios que ha granjeado a los que la hacían suya. Millones han logrado hacerse la vida más confortable en el nacionalismo catalán, desde los periodistas orgánicos, los fanáticos en Omnium o los funcionarios sometidos a obediencia incondicional al mensaje de la tribu. Pero también el catalán común supo ver que evitaba disgustos.
Apoyar la verdad histórica, defender la unidad de España, solo generaba problemas. Los ucranianos –que defienden la integridad de un territorio y unas fronteras reconocidas internacionalmente, también por Rusia– no luchan por privilegios sino por la supervivencia. Lo que les proponían hace un par de meses era ni más ni menos que se reincorporaran a una nueva Unión con Rusia, en la que las órdenes las daría Vladímir Putin y los métodos serían, como ya es evidente, soviéticos. No era sino el retorno a la historia que les costó muchos millones de muertos. A la pesadilla. Los ucranianos dijeron que no, jugándose la vida. Son horas estelares de esta miseria de las medias verdades y absolutas mentiras para que medre el sentimiento nacionalista.
Ya era una repugnante obscenidad el paralelismo de Cataluña con Kosovo. Que los nacionalistas catalanes compararan su suerte como corriente hegemónica en una de las regiones más ricas y privilegiadas de España con la criminal represión racista ejercida por Slobodan Milosevic en la miserable Kosovo, sometida a un brutal apartheid, donde la alternativa al levantamiento albanés era la resignación ante el genocidio. Hay mucho intoxicador y mucho intoxicado. España parece más vulnerable a cualquier propaganda que suene antioccidental. Lo cierto es que la destrucción de la integridad de Ucrania por la fuerza sería un misil contra la estabilidad en Europa. También dentro de Rusia. La destrucción de España sería un misil contra la Unión Europea. Indecente e inmoral es, en todo caso, comparar a quienes se juegan la vida propia y de sus hijos con quienes no se juegan ni la merienda.
HERMANN TERTSCH, ABC 17/03/14