CUENTA BENZONI, en su Historia del Nuevo Mundo que, estando Colón reunido con un grupo de nobles, uno de ellos sugirió que, de no haber sido él, algún otro español habría descubierto seguro el nuevo continente. Sin mediar palabra, Colón pidió un huevo. Lo colocó sobre la mesa y retó: «apuesto que ninguno es capaz de ponerlo de pie como yo lo haré». Uno a uno lo fueron intentando sin éxito. Tras la ronda, el huevo volvió a Colón: éste lo golpeó, cascó la base y lo colocó de pie. Al minuto, quienes habían restado importancia a su gesta entendieron la cuestión: hecha y vista la hazaña, cualquiera tiene (y se atribuye) la solución.
La historia permite referir muy gráficamente dos flagrantes manipulaciones que pululan en la opinión pública en esta semana. Empezaré con la que se refiere a la presunta utilización política de los libros de texto que, gracias al sindicato catalán de profesores AMES, a Ciudadanos, y a ciertos medios de comunicación como éste, por primera vez desde la Transición, ha sido portada nacional e información internacional estos últimos días. Nunca una cuestión que se comentaba sotto voce en algunas esferas había conseguido acaparar con tanta fuerza la atención general y poner en marcha un ciclo de noticiabilidad.
Pero vayamos a los hechos, la mayoría de los cuales están registrados en los diarios de las sesiones parlamentarias. A finales de abril, AMES (Acció per a la Millora de l’Ensenyament Secundari) denuncia el «adoctrinamiento ideológico» de los libros en Cataluña ante las «quejas de maestros de primaria y de profesores de secundaria, porque los textos que se usan para las clases incluyen planteamientos que defienden partidos políticos pero no la Constitución». El sindicato realiza un estudio en el que se comparan los manuales de Ciencias Sociales de 5º y 6º de Primaria de las siete principales editoriales que se distribuyen en Cataluña. El análisis detecta diferencias y lagunas flagrantes en los manuales de Geografía e Historia, publicados en esta comunidad, respecto a los contenidos del programa curricular y a libros de la misma asignatura editados en otras. Entre algunas cuestiones, hay reducción de los contenidos establecidos por ley, falta de rigor científico y terminológico, una presentación de Cataluña como una entidad separada del resto de España (y, en muchos casos, enfrentada) o la presentación de una jerarquía de las leyes que no se corresponde con el ordenamiento jurídico. Los detalles concretos de muchos de estos sesgos han sido minuciosamente detallados en la cobertura que se ha hecho del tema en este periódico.
A Ciudadanos estas estratagemas sobre la educación en aras a la construcción de posverdades nos parecen muy serias. Básicamente porque consideramos que constituyen un emborronamiento entre la verdad y la mentira ante el sector más vulnerable de la población, los menores, lo cual resulta execrable. Que estas situaciones no sean detectadas por la inspección para que el Ministerio actúe de oficio nos resulta preocupante y por eso decidimos actuar.
La semana pasada Cs, en concreto mi compañera Sonia Sierra, solicita la comparecencia de la consejera en la Comisión de Enseñanza para que dé explicaciones en el Parlamento Catalán. Paralelamente, en el Congreso, Ciudadanos, en concreto yo misma, pregunta por escrito por las medidas que va a llevar a cabo el Gobierno para garantizar la seguridad jurídica, el cumplimiento de la legalidad y el «rigor científico y terminológico» en los contenidos. Y, casualidades del destino, Ciudadanos no pierde la oportunidad de preguntar al señor Moyano, presidente de la Asociación Nacional de Editores de libros y material de enseñanza (Anele), invitado para comparecer en la Subcomisión del Pacto Social y Político por la educación por el grupo parlamentario del PSOE por la cuestión.
Lo curioso es que, ante un tema de rabiosa actualidad como es el de la manipulación de los libros de texto desenmascarada por el informe AMES, no hay ni un solo grupo parlamentario, salvo el nuestro, que aproveche tener al Presidente de ANELE para inquirirle sobre la veracidad de la cuestión.
Increíble e inesperadamente, José Moyano, reconoce en sede parlamentaria que los editores de manuales escolares sufren «presiones de todo tipo», hasta para cambiar «el color de un mapa» y que «una misma comunidad ha llegado a pedir un contenido u otro según su alternancia política». Moyano termina su respuesta con un resignado «es la situación que vivimos», ante nuestra mirada atónita y nos recuerda que «hay inspecciones educativas que podrían abrir expedientes».
Aseveraciones, graves no, gravísimas, que llevan a Ciudadanos a trasladar urgentemente la cuestión al Gobierno. De esta manera, es mi compañero Juan Carlos Girauta, quien el miércoles, en la sesión de control del Pleno, pregunta el ministro de Educación, Cultura y Deporte, cómo piensa garantizar «el rigor académico de los libros de historia y evitar distorsiones en los mismos, tal y como algunos sindicatos han denunciado que se produce en textos editados en Cataluña»…
«Los libros de textos deben cumplir los requisitos de rigor y respeto de valores constitucionales, pero la competencia de supervisar los libros es de las comunidades autónomas en su ámbito territorial, y la función de Educación es subsidiaria», es la respuesta de Méndez de Vigo. Vaya, que pese a la gravedad de los hechos, el Ministerio entiende que el tema escapa de sus competencias y no va a hacer nada.
En definitiva, de nuevo en sede parlamentaria, se reconoce que hasta ahora en España no vela ni ha velado nadie para garantizar el rigor de los libros de texto en su conjunto. Es decir, que en Cataluña, los manuales que los niños tienen que estudiar en el colegio pueden ser (y pueden haber sido) novelas de ficción al servicio de la causa sin que ningún gobierno lo haya evitado.
Con un proceso independentista abierto, la causa no es ni más ni menos que ir creando una posverdad capaz de diluir la trama de afectos que conforman una nación para disociarse de España. Por eso, la perplejidad (y el enfado) de nuestro grupo parlamentario es tal que, nada más terminar la intervención, decidimos registrar una proposición no de ley instando al Gobierno a que pida un informe de los hechos a la Alta Inspección Educativa y que actúe en consecuencia.
Pese a la inicial respuesta (si se nos permite, entre desesperante e indolente, del ministro) y ante nuestra petición, el Gobierno parece rectificar horas después. Cuál es nuestra sorpresa al escuchar al Secretario de Estado en todas las radios y verle en todas las cadenas de televisión abanderando la petición del informe de la Alta Inspección Educativa sobre esta cuestión (sin reconocer en una mención, la presión que ha ejercido Ciudadanos). Lástima que no lo hubiera hecho antes.
Y AQUÍ viene la referencia a la segunda flagrante manipulación de la semana. Ante la evidencia en la que han quedado por su inacción, algunos se afanan en construir a toda prisa una posverdad sobre la posverdad. Me cuentan en los mentideros que al más puro estilo staliniano, algunos se empeñan cada vez más en borrar a Ciudadanos de las fotos, tratando de eliminar cualquier rastro de la labor que, les guste o no, les estamos empujando a hacer en materia educativa.
Maniobras pueriles que van a fracasar por dos razones. La primera, porque al final, todo se sabe, y lo importante en realidad es que las cosas cambien y que la educación en este país no sea un barco sin rumbo. Ciudadanos cuenta en su haber con la labor de haber mediado para que la mayor parte de fuerzas políticas nos hayamos sentado a trabajar para buscar un pacto y la evidencia de que está abordando cuestiones concretas de una manera valiente. La segunda, porque ni con toda la fe del mundo, alguien creería que fuerzas políticas, que llevan años participando del statu quo, han decidido motu proprio, actuar de repente ante algunos desmanes. Si de verdad les hubiera preocupado los habrían podido solucionar con facilidad cuando manejaban el poder en soledad.
Nunca es tarde si la dicha es buena. En este caso, el refrán, es absolutamente cierto. Como también lo es que cuatro años de mayoría absoluta y 30 de pactos con partidos nacionalistas, no han servido ni al PP (ni en su momento al PSOE) ni para ver, ni para oír, ni para hablar, ni para actuar sobre la burda manipulación de la educación por parte de algunos nacionalismos durante años. Y es que ver lo que uno tiene delante de sus ojos no sólo requiere un esfuerzo constante, si no que además, como decía Orwell, «en una época de engaño universal, decir la verdad exige un acto revolucionario». Y ya se sabe que al señor Rajoy no le gustan nada estos «líos». Pero en esta ocasión van a tener que implicarse: en este asunto y en algunos otros más. Si no podremos decir claramente que ante la propaganda y la manipulación secesionista, serán cómplices por irresponsables.