Ignacio Marco-Gardoqui-El Correo
No siempre sucede, pero lo habitual es que el comportamiento de los consumidores se ajuste a los vaivenes de la coyuntura. Esta ligazón entre comportamiento y razón –le repito que hablamos de consumidores no de electores– se demuestra perfectamente con la evolución registrada en 2022 con las hipotecas. El año fue espectacular. En España se firmaron casi medio millón, en concreto 463.614, lo que supone un aumento del 22% y el máximo registrado desde el año 2010, y la mayoría de ellas –el 75% en julio– se firmó a tipos fijos. ¿La razón? Pues que los tipos de interés batían récords de moderación y así, en febrero de 2022 el euríbor marcaba un tipo negativo -0,35%.
Por el contrario, el final de año pasado y el principio del presente han mostrado un cambio de tendencia muy sensible. Las hipotecas firmadas han perdido ritmo hasta caer un 9%, y el porcentaje de las firmadas a tipo fijo se han reducido hasta el 65%. ¿Por qué? Pues porque el euríbor se ha ido al 3,6% marcado ayer, es decir, más de 380 puntos básicos, lo cual es una barbaridad. Con todo ello, el esfuerzo financiero de las familias se nos ido al máximo de la última década.
¿Qué pasará ahora? Pues todo depende de cómo evolucionen los tipos, es decir, de cómo se comporte la inflación. Ayer mismo conocimos que en Europa se han moderado los precios, pero la moderación tan solo afecta a la inflación general y se apoya en el desplome de la energía. Por el contrario, la subyacente se mantiene impávida e insensible a los deseos de los gobiernos y a las aspiraciones de los ciudadanos. Y esa, la inflación subyacente es la que deben vencer los bancos centrales para poder aflojar la política monetaria.
Esto de la inflación es un asunto crucial que requiere análisis muy detallados, como el realizado por el Banco de España, que demuestra la dirección equivocada de los planes de ayuda que han tenido un fuerte sesgo regresivo al beneficiar más a las rentas medias y medias-altas que a las bajas, como era su intención inicial. La responsabilidad de tan singular comportamiento recae en el diferente impacto que tienen los precios sobre las distintas capas de renta. El patrón del consumo cambia con el nivel de ingresos y las subidas han sido superiores en aquellos productos y servicios que más demandan las rentas medias-bajas y bajas.
Conocer esos comportamientos es una exigencia para mejorar la eficacia de los planes de ayuda. Pero su mejora exige aceptar la realidad y reconocer el error en el disparo social. Hasta ahora, esto de reconocer errores no es una virtud que se incluya de serie en el amplísimo catálogo de virtudes que adornan a nuestros gobernantes. Esperemos que eso cambie.