IGNACIO CAMACHO-ABC

  • Al PP no le basta con ganar las europeas; necesita una ventaja amplia. Y Sánchez viene crecido de la victoria catalana

El PP va a ganar las elecciones europeas –salvo sorpresa, muletilla que desde julio se ha vuelto obligada– porque en este momento es el primer partido de España en poder territorial, en afiliados, en expectativa de voto y en maquinaria orgánica. Lo que está por ver es el tamaño de su ventaja, que al no haber ninguna institución en juego constituye el único dato de relevancia en una convocatoria tradicionalmente poco propicia a una participación entusiasta. Perder es una hipótesis de probabilidad muy escasa que de darse pondría el liderazgo de Feijóo en situación más que apurada; la cuestión a dilucidar consiste en medir la distancia sobre un PSOE eufórico tras su victoria catalana y acostumbrado a crecerse en las campañas.

Si en las generales de 2023 los populares sacaron a los socialistas algo menos de un punto y medio, en junio cualquier cifra por debajo del doble podrá considerarse un tropiezo. Y ése ya sería poco desgaste para el Gobierno después de la amnistía, los vergonzosos pactos con Puigdemont, el espectáculo del mediador extranjero, la imposibilidad de aprobar los Presupuestos y el sainete de la retirada en suspenso. De hecho, cuando el nuevo ciclo electoral comenzó este invierno con el descalabro gallego, los estrategas de Moncloa se veían muy por detrás y temían un varapalo mucho más severo, mientras ahora se permiten soñar incluso con un empate técnico. En realidad están aún lejos de eso pero dos puntos de diferencia negativa los darían por buenos.

Al PP no le va a ayudar la ausencia de sufragio útil en una cita donde no se disputa ningún poder ejecutivo y en la que muchos electores tienden a canalizar su voluntad de castigo a través de opciones radicales cuyo discurso aguerrido satisface sus prejuicios. La circunscripción única y el voto de rechazo por instinto llenan la Eurocámara de minorías extremistas, `outsiders´ políticos, agitadores antisistema y demagogos sin filtro. En ese ambiente de oportunismo descomprometido, la oposición convencional se puede ver en dificultades para aglutinar la alternativa al sanchismo. Pero sus resultados se van a compulsar a efectos de opinión pública como si se tratase de comicios decisivos. Y enfrente hay un experto en convertir cada llamada a las urnas en un plebiscito.

Todo lo que no sea un triunfo contundente, incontestable, se volverá para Feijóo un problema y sembrará dudas sobre el futuro de la derecha. Sánchez va a apostar fuerte, consciente de la necesidad de una nueva demostración de su correoso espíritu de resistencia. El duelo será directo entre ambos líderes, porque las respectivas candidatas, Dolors Montserrat y Teresa Ribera, carecen de consistencia, de tirón y de fuerza. Y si el presidente logra aguantar el pulso, o dar la impresión de que ha remontado las encuestas, habrá abierto en el adversario una de esas brechas capaces de provocar una convulsión interna.