Ibarretxe no puede escudarse en el estribillo del «portazo» de Madrid para fomentar el victimismo porque tuvo todo el diálogo que quiso. Del «no» que le dijo ayer Zapatero se ignora cuál es la parte que no habrá entendido, pero lo que dejó claro es que él sigue. ¿No puedo celebrar consulta? Pues entonces… consulta. ¿Para qué sirve, si no, un lehendakari?
El tiempo dirá si las dos horas empleadas por Rodríguez Zapatero para decir que no a Ibarretxe tienen una trastienda que se desconoce y de la que recela el primer partido de la oposición. Pero lo que parece evidente es que, después de la escenificación de esa negativa, estamos donde estábamos. Seguramente si Ibarretxe se hubiera presentado con un acuerdo parecido al del Parlamento catalán (es decir, con los socialistas en la firma) la actitud de Zapatero habría sido otra. Pero como la idea de Ibarretxe sobre la pluralidad y transversalidad empieza con los nacionalistas y termina en Izquierda Unida, el presidente siguió el guión que esperaba de él ese segmento de votantes decepcionados con la política antiterrorista y de consentimiento con los incumplimientos de la legalidad por parte de las fuerzas nacionalistas, que ha llevado a cabo en los tres últimos años: una negativa rotunda, aunque sea inconcreta. El único margen que tenía Zapatero era poner el broche final a su política de corrección. Y eso fue lo que hizo augurando un fracaso al plan de Ibarretxe.
El PP no se fía y está receloso a pesar del mensaje conformado de Rajoy. Es cierto que, puestos a compararnos con el proceso irlandés, el presidente podría haber utilizado la posibilidad de anunciar el suspenso de la autonomía, si se complicase la situación (como ocurrió en Irlanda en dos ocasiones). Pero ésa es una posibilidad que, con ETA reactivada, ni se le pasa por la cabeza.
Ayer, Zapatero salió mejor parado que Ibarretxe. El lehendakari escucha pero luego obra como le parece. Los empresarios vascos, que en este nuevo órdago, por cierto, permanecen manifiestamente callados, se emplearon a fondo, en el año 2001, en sus críticas a la primera parte del plan nacionalista. Y se reunieron con Ibarretxe, entonces, para manifestarles sus críticas. Su sorpresa fue mayúscula cuando, al terminar la sesión, el lehendakari les dijo: «Muchas gracias por vuestra colaboración». Se miraron y se preguntaron: «¿Pero nos ha escuchado?». Del «no» que le dijo ayer Zapatero se ignora cuál es la parte que no habrá entendido, pero lo que dejó claro es que él sigue. ¿No puedo celebrar consulta? Pues entonces… consulta. ¿Para qué sirve, si no, un lehendakari?
A Ibarretxe le fue peor. No puede escudarse en el estribillo del «portazo» de Madrid para fomentar el victimismo porque tuvo todo el diálogo que quiso. De entrada, el «golpe bajo» de comparar este diálogo con los mantenidos por el Gobierno con ETA y su entorno quedó desactivado como un ‘dislate’. La ciudadanía está más madura de lo que el lehendakari cree. No se le puede engañar con la idea de que ETA dejará de matar cuando se lo pida el pueblo, a través de un referéndum. En las últimas elecciones autonómicas, el PNV ganó, pero perdiendo votos y porcentajes. La participación fue diez veces menor. Todo un síntoma.
Tonia Etxarri, EL CORREO, 17/10/2007