Carmen Martínez Castro-El Debate
  • La izquierda ha demostrado sobradamente su capacidad para sacar rendimiento político a las catástrofes cuando está en la oposición y Sánchez también pretende hacerlo desde el poder

Cuando Pedro Sánchez se levantó por fin de su tumbona, descubrió un monstruo terrible llamado emergencia climática y se ha puesto a predicar un pacto de Estado contra él en su peregrinaje de esta semana por los rescoldos de los terribles incendios de este mes de agosto. Que esa ocurrencia venga de quien no ha dejado en pie ni uno solo de los consensos morales, políticos e institucionales de España, solo demuestra la osadía del personaje.

Nadie puede negar que miles de españoles han padecido estos días situaciones de emergencia por la virulencia del fuego o por la escasez de medios, pero esas emergencias en minúscula, las que se atajan con bulldozer e hidroaviones, no son las que preocupan a Sánchez. Siguió tumbado al sol hasta que su ministro Oscar Puente decidió convertir los incendios forestales en un incendio político que llegó hasta los exclusivos muros de La Mareta; en ese momento el presidente descubrió la emergencia climática. Otra más.

Ya sufrimos la emergencia sanitaria de la covid, que puso de manifiesto la total incompetencia del gobierno, pero también su habilidad para dejar las garantías constitucionales en mantillas y gobernar a base de decretos leyes. Hace unos meses padecimos la emergencia energética de un apagón global, que ha resultado ser el del «pío, pío, que yo no he sido», y ahora estamos ante la emergencia climática que exige, ni más ni menos que todo un pacto de Estado.

Es obligado preguntarse cuál es la emergencia en este caso. Ya en los tiempos de Franco se hacían campañas de sensibilización contra los incendios forestales. Desde hace años contamos con todo tipo de planes nacionales y autonómicos, comisiones interministeriales, comisiones parlamentarias y consejos científicos dedicados al luchar contra cambio climático. El propio Pedro Sánchez lo incluyó entre las prioridades de su Estrategia de Seguridad Nacional, pero la realidad es que los presupuestos destinados a prevención de incendios forestales se han reducido casi a la mitad en los últimos años.

La izquierda ha demostrado sobradamente su capacidad para sacar rendimiento político a las catástrofes cuando está en la oposición y Sánchez también pretende hacerlo desde el poder, no por una gestión eficaz de las mismas, sino por su depurada maquinaria de manipulación que le permite eludir las propias responsabilidades, culpar a las autonomías del PP y polarizar al máximo a la sociedad.

Las desgracias que todos los gobiernos han tenido de afrontar, él las utiliza para desplegar su repertorio de victimismo y de descalificación de la alternativa. El pobre gobernante progresista, siempre acosado por la malvada oposición y braceando contra dificultades extremas. ¿Quién puede ser tan cruel de pedirle cuentas por su gestión a un gobierno tan desvalido? Esa apelación constante a circunstancias excepcionales se ha convertido en el último recurso de un personaje tan achicharrado como esos campos de Castilla, Galicia o Extremadura.

Además, ese cuento de la emergencia no encaja con la conducta de este gobierno: las agendas de los ministros están en blanco, buena parte de ellos dedican más esfuerzos a hacer de candidatos de la oposición en sus autonomías que a su labor en el ejecutivo, el Gobierno no es capaz de sacar ningún proyecto legislativo con sus socios parlamentarios y las partidas económicas no existen porque –¡oh,sorpresa!– no tenemos presupuestos. ¡Curiosa manera de luchar contra una emergencia tan grave!