Ignacio Marco-Gardoqui-El Correo
- La media de las nuevas prestaciones por jubilación, que asciende en enero a los 2.074 euros en el País Vasco, contrasta con los sueldos de quienes empiezan a trabajar
El gobierno dividió la reforma de las pensiones en dos partes. La primera parte fue la del contento. Nadie perdía y todos ganábamos. Las pensiones quedaban ligadas a la evolución de los precios, de tal manera que nunca perdían su poder adquisitivo, pasase lo que pasase con la economia y evolucionase como evolucionase la demografía. Nada menos. Con milagros mucho menos complicados en su curriculum hay santos adornando los altares. Luego vino la segunda parte que iba a ser la de la consolidación del sistema, con un acercamiento de los gastos crecientes a los ingresos renqueantes. Todos pensábamos que aquí venía el recorte de algunos derechos – como la ampliación del período de cálculo de la vida laboral, utilizada como base del cálculo de la prestación o una prolongación de la edad de retiro. Pues no, no fuimos conscientes de la perpetua voluntad de Sánchez de no molestar a nadie, sobre todo cuando se acercan las elecciones y tampoco calibramos bien la capacidad de doblar la espalda, de nuestro ministro Escrivá. Su generoso contorno nos condujo al error de minorar su flexibilidad.
Nada de esfuerzos para la gente, solo para las empresas que asumirán el coste que supone aumentar los ingresos, mediante el sencillo mecanismo de subir las cotizaciones. ¿Que eso castiga al empleo? Pues que lo castigue, tenemos otras preocupaciones más urgentes. Claro que unas ligeras mejorías en los ingresos no son capaces de compensar unos gruesos aumentos en los gastos y que eso empeora los desequilibrios de una situación ya de por sí muy desequilibrada. ¿Y? No me sea melindres, aquí estamos a otras cosas. La prueba de ello es que la AiREF, el organismo que presidió el propio ministro y que se encarga de vigilar los comportamientos presupuestarios del gobierno tardó dos días en poner el grito en el cielo, con la amenaza de un aumento de los déficits y de la deuda públicos. La cosa era tan evidente que el propio ministro dijo que estaba de acuerdo con los cálculos. Por si acaso, en Bruselas prometió que si faltan ingresos aumentará más las cotizaciones y en España aseguró que esta es la última reforma de las pensiones. Claro que será la última hasta diciembre, es decir la última que haga él, porque si lee a la AIReF verá que esto no se sostiene. Ayer le tocó el turno al Banco de España quién también puso en duda la sostenibilidad proclamada y anunció la necesidad de nuevos ajustes, como el retraso de la edad de jubilación.
Pero estos dos organismos realizan sesudos estudios sustentados en un gran ropaje estadístico. No es necesario. Vayamos a lo sencillo.
La media de las nuevas pensiones en el Régimen General asciende en enero a los 1.764€, que en algunos lugares, como en el País Vasco se van a los 2.074€. Ahora repase los sueldos de los que empiezan a trabajar. ¿Le cuadran las cifras? ¿Vé como no necesita tanto estudio para llegar a conclusiones evidentes?