- «Desjudicialización de la política»: pretensión de que los políticos del bando que la invocan dejen de estar sometidos a la acción de la Justicia. Es decir, impunidad para quien ostenta el poder Ejecutivo y para sus amigos
Ojalá sirviera de algo analizar en términos puramente jurídicos los procedimientos en curso contra el vario golpismo. Pero la politización de la Justicia en su forma más grosera lo hace inútil, lo que dice poco de la salud del Estado democrático de Derecho en España. Entiéndanme, podríamos entretenernos diseccionando la Ley de Amnistía como si fuera una ley de verdad, esto es, una norma general. No la rendición del Estado a un grupo de individuos. Rendición obtenida a cambio de siete miserables votos y redactada por los inquietantes abogados de los vencedores, secuestrador incluido. Celebrada con entusiasmo digno de mejor causa por los que meses atrás proclamaban al unísono la inconstitucionalidad de la amnistía. Vendida a su acrítica y ciega masa como herramienta para la convivencia en Cataluña. A la primera de cambio se ha visto cómo funciona el apaciguamiento: con los partidos del golpe pasándose por el arco del triunfo el criterio del TC acerca del voto telemático.
Esta politización extrema, autocrática y fatal de la Justicia ha sido y es el principal problema. Lo han ocasionado, claro, los mismos que no dejan de reivindicar la desjudicialización de la política. Así, con estas inversiones orwellianas de sentido, suele operar la izquierda desde la irrupción del verdadero genio de la propaganda, Willi Müntzenberg, ante cuyos perdurables logros el diabólico Joseph Göebbels parece un aprendiz. Y de hecho lo fue. Si ha llegado usted hasta aquí, significa que es más que capaz de leer sin interferencias el sintagma e inferir su significado real. «Desjudicialización de la política»: pretensión de que los políticos del bando que la invocan dejen de estar sometidos a la acción de la Justicia. Es decir, impunidad para quien ostenta el poder Ejecutivo y para sus amigos. Si ese magma incivil (e iliberal, amiguitos) llamado sanchismo luce lamparones con pinta de malversación, terrorismo, traición, corrupción o tráfico de influencias, y los jueces se ponen a investigar… ¡palo al juez, señalamiento al juez, insulto al juez en el hemiciclo y en las redes, acoso al juez, amenaza al juez, y lupa a la familia del juez en Lo País, el verdadero BOE!
Lo que el simple BOE ha publicado en toda su historia nada importa si deseamos practicar una prospectiva realista sobre el destino penal de los Sánchez, su banda y sus cuates. Desjudicializar la política, es decir, politizar hasta la náusea la Justicia, tiene eso, que te ves obligado a pasar de las leyes a Lo País, y que el Derecho es lo que Sánchez diga. Y punto. Todo ello, claro está, siempre que se imponga el fiscal general del Estado, al mando de un órgano del Poder Judicial (a ver si nos vamos instruyendo, y a ver si vamos instruyendo). Y siempre que, llegado el momento, el presidente del TC, que está fuera del Poder Judicial (a ver…), siga manchando su toga. Y que los jueces se asusten; por eso urge que los demócratas les hagamos llegar este mensaje: estamos con ustedes, y gracias.