Tonia Etxarri-El Correo
Sánchez, cuando le interesa negociar, lo hace como si tuviera mando en plaza, la presidencia ya ganada y la mayoría absoluta. Ayer comió con el presidente de Cantabria y regresó a Madrid para recibir al PNV en la sede de su partido, en Ferraz , acompañado de la secretaria general de los socialistas vascos, Idoia Mendia. Una escena que habrá dado qué pensar a los populares en Euskadi, tantas veces ‘puenteados’ en las reuniones que mantenía Soraya Sáenz de Santamaría con el PNV, en tierra vasca, con premeditación, opacidad y alevosía. Sánchez, ayer, colocó frente a Andoni Ortuzar y Aitor Esteban a su compañera socialista en la reunión porque al fin y al cabo el PSE está gobernando con los nacionalistas en Ajuria Enea. Y así las negociaciones son más fluidas. Sabiendo quién manda, en este caso.
Con ERC a favor y el PNV inclinado por un acuerdo entre el PSOE y Podemos, la presión de Pedro a Pablo para que facilite un gobierno ‘progresista’ ha dado otra vuelta de tuerca. La presentación electoral de sus 370 medidas no supuso sorpresa alguna. Las medidas económicas, cimentadas en mayor presión fiscal, que prevén un gasto público desorbitado le puede sonar a Pablo Iglesias a partitura conocida. Entre otras cosas porque muchas de las propuestas, cuyo modo de financiación se ignora, las compuso él en el pacto presupuestario fracasado. Pero las medidas políticas de Sánchez contienen una novedad y un nuevo giro para compensar el silencio mantenido durante los últimos meses sobre Cataluña. Desde el ‘Manifiesto de ‘Pedralbes’ emitido conjuntamente por la Generalitat y el Gobierno provisional socialista en el que se reconocía la existencia de un conflicto en Cataluña y en el que no se hizo mención alguna a la Constitución, han pasado nueve meses. Después, vino el silencio.
Ni en su sesión de investidura fallida hizo mención expresa al mayor problema que tenemos en este país después del paro. Hace días intentó situarse en el centro imaginario. Entre quienes están acusados de haber vulnerado la legalidad desde el poder y quienes proponen un Estado más centralizado. Y, finalmente, ha optado por enfatizar su rechazo a negociar un referéndum secesionista. Entre sus 370 puntos propone retoques constitucionales para blindar pensiones, actualizar derechos para las personas discapacitadas o rebajar la edad mínima para votar a los 16 años. Pero ya no hace mención a los cambios sobre financiación y modelo territorial. Se aleja de Torra, y de ERC. Pero sus últimos movimientos no están condicionando a sus socios potenciales. Esquerra Republicana, que ha valorado muy positivamente el guiño de los socialistas en el Parlamento Europeo (votando a favor de que la Eurocámara se persone en el Tribunal de Justicia cuando se estudie la inmunidad de Junqueras) facilitará un Gobierno presidido por Sánchez. A pesar de su último rechazo a negociar un referéndum. Lo confirmó Rufián. Dos razones no explícitas sostienen esta actitud de los radicales republicanos: que saben que no van a encontrar otro presidente más consentidor a sus exigencias. Como le ocurre al PNV. Y que, en el fondo, confían en que Sánchez, en el caso del referéndum, vuelva a cambiar de opinión. Así es que todos pendientes de Podemos a quienes el PSOE les quiere regalar unas ‘pedreas’ en forma de presencia en instituciones no supeditadas al Consejos de Ministros. Los interlocutores del presidente en funciones aseguran que no quiere elecciones. Su puesta en escena, sin embargo, parece indicar lo contrario.