IGNACIO MARCO-GARDOQUI-EL CORREO

La decisión de mantener el salario mínimo en su nivel actual o subirlo de manera apreciable y retroactiva ha producido un nuevo desgarro en el interior del Gobierno. Desde fuera, los sindicatos apoyaban a los ministros de la cuota comunista para subirlo ya y sin matices. Tenían argumentos poderosos. Primero, contaban con el compromiso solemne de Pedro Sánchez -con lo que eso quiera decir- para alcanzar el 60% del salario medio en un espacio temporal fijado con escasa precisión. Además, la inflación ha dado un respingo importante que erosiona el valor de compra de los salarios. Y, por último, se están firmando convenios en empresas y sectores diversos que comprometen subidas superiores a las planteadas para el salario mínimo.

Por otra parte, la cuota austera del Gobierno -esa tan minúscula que encabeza la vicepresidente Nadia Calviño, y por eso es también poderosa- se mostraba comprensiva con el parecer de los empresarios, que no veían oportuno el momento actual, cuando la recuperación es cierta pero no firme. También disponía de argumentos de peso. Su mayor crítica, aparte del momento elegido, era la falta de homogeneidad del mercado laboral. Así, la subida puede ser indolora en muchos sectores en los que los salarios practicados superan ya con mucho el nivel del mínimo; y puede ser perjudicial para otros, como el agrícola, la hostelería y el servicio doméstico, en los que puede expulsar empleo y arruinar empresas. Es un dato que hay muchas comunidades autónomas en las que el SMI supera el 60% del salario medio. Por eso querían una decisión más matizada y particular, en lugar de una tan general e indiscriminada.

Total, que el tema desbordó el ámbito económico para situarse en plena arena política y convertirse en un nuevo enfrentamiento interno. Caía además en un momento delicado, puesto que decidir la subida sin consenso con los agentes sociales constituye un horrible precedente para los importantes asuntos que esperan a ser atendidos, como la reforma laboral y la de las pensiones.

Al final, ayer no hubo acuerdo y parece ser que todo quedará en una subida mínima, para un espacio temporal reducido. La solución (¿?) evita los posibles daños que pueda provocar, dado su escaso monto y su reducida aplicación, pero permitirá a Podemos decir, con razón, que ha subido el SMI contra viento y marea y doblando el brazo a la patronal…, ya que no puede doblar ni una falange a la vicepresidenta.