Tonia Etxarri-El Correo
Con la aprobación de la proposición no de ley del Congreso en la que, por mayoría absoluta, se insta al Gobierno a reconocer a Edmundo González como presidente legítimo de Venezuela, la debilidad parlamentaria de Pedro Sánchez ha quedado todavía más expuesta en el escaparate. La fractura del bloque de investidura se va agrandando, con un Puigdemont disparado tras el acuerdo entre los socialistas y ERC para hacer a Salvador Illa presidente de Cataluña. Pero el inquilino de La Moncloa, consciente de su situación tan comprometida, dice que sigue para adelante, aunque sea sin el Parlamento. Una situación impropia para un gobierno democrático que, ante semejantes circunstancias como la pérdida de apoyo de la mayoría o la falta de presupuestos, tendría que convocar elecciones. Él mismo defendía esas posiciones no hace mucho tiempo.
El pasado mes de julio tanto Junts como el PP le tumbaron el techo de gasto y aunque la vicepresidenta Montero sólo se acuerda del rechazo de los populares, ayer Junts volvió a reiterar su plante ante los Presupuestos si Sánchez no le da otra vuelta de tuerca a la financiación de Cataluña. A su portavoz, Míriam Nogueras, se le entiende todo. Y no lo pudo decir más claro. Nunca como hasta ahora se había quedado la debilidad parlamentaria del Gobierno de la Moncloa tan al descubierto.
El emplazamiento del Congreso al Gobierno para que reconozca a Edmundo González su derecho a gobernar en Venezuela como ganador de las elecciones, a iniciativa del PP y secundada por Vox, UPN, Coalición Canaria y PNV, ha hecho saltar por los aires, de nuevo, la mayoría parlamentaria del Gobierno. Y van treinta y cuatro derrotas parlamentarias de Pedro Sánchez en su mandato. El PP le ha ganado por la mano en una cuestión que no tiene carácter vinculante. Cierto. Pero le ha dejado en evidencia porque Sánchez no se atreve a exigir a Maduro que ceda ante su derrota electoral. Un actitud que contrasta con su decisión de retar, por su cuenta, al presidente de Israel en su guerra con Hamás, reconociendo unilateralmente el Estado de Palestina. Ahora, en vez de liderar la oposición a Maduro en la Unión Europea, prefiere dilatar los tiempos, lastrado por Zapatero.
Con esta iniciativa, el PP ha sido capaz de remover el bloque de investidura. Es su primera victoria parlamentaria. Una victoria puntual. Porque la recolocación del PNV, votando en consecuencia con sus críticas al régimen de Maduro y marcando distancias con EH Bildu, con la nariz tapada para que la coincidencia con la derecha no se malinterpretara, ha dejado al PSOE en una situación de debilidad. Sin duda. Pero la fiebre se pasará porque el PNV no va a dejar en la estacada a Sánchez como hizo con Rajoy, después de haber pactado los Presupuestos en 2018. Con la votación sobre Venezuela no ha habido un giro de guion en el PNV. Simplemente un cálculo de posiciones en una marea de presiones internas. Un cambio táctico que no acarreará mayores consecuencias. Y si las provoca, a Sánchez no le importa. Piensa seguir aunque no tenga apoyos parlamentarios.