Roberto Blanco Valdés, LA VOZ DE GALICIA, 7/10/12
S iento gran respeto por la historia de un país, Estados Unidos, que, siendo una colonia cuando otros -España entre ellos- eran un Imperio, ha conseguido, con esfuerzo y capacidad de integración, convertirse no solo en la primera potencia del planeta, sino en el lugar al que tantos admiramos por su inmenso potencial de innovación. Creo, con Roland Barthes, que decir «cine americano» es un pleonasmo. Pocas ciudades como Nueva York son capaces de maravillarme cada vez que la visito. Siempre que viajo a la patria de Jefferson y Lincoln me convenzo más, si cabe, de que en aspectos esenciales -la ciencia y la tecnología, entre ellos- Norteamérica marcha casi siempre por delante, haciendo así un inmenso servicio al progreso de la humanidad. No comparto, por tanto, ese antiamericanismo reaccionario que admira, por ejemplo, a la satrapía cubana que maltrata a una periodista española que trata de seguir un juicio, que es un tongo, contra un compatriota y odia a una nación que ha sido capaz en poco más de medio siglo de dejar atrás la abominable segregación racial y situar a un negro en su presidencia.
Pero todo ese reconocimiento no me ha impedido juzgar como un exceso lamentable la foto demagógica de un mendigo español rebuscando en un contenedor de basura con la que un periódico serio, el New York Times, trataba de ilustrar un reportaje, a todas luces engañoso, sobre la dura situación económica y social que atravesamos.
Y es que esa Norteamérica de la libertad y la integración que tantos elogiamos es también, por desgracia, aquella en que la riqueza formidable convive con bolsas de pobreza que, de puro escandalosas, es difícil encontrar ya en España y en general en Europa occidental. Aquí se discute si debemos establecer algún tipo de copago para mantener en sus niveles de excelencia nuestra sanidad universal, mientras que en Estados Unidos los dos últimos presidentes demócratas han sido incapaces de sacar adelante, en su redacción original, una ley que pretendía acabar con el escándalo de que millones de norteamericanos carezcan de cobertura sanitaria.
No conozco a nadie en España a quien no hayan atendido en un hospital público cuando ingresa por urgencias, cosa que acontece en Estados Unidos con frecuencia. Y, puestos a fotografiar pobre gente rebuscando en la basura, es mucho más fácil encontrarla, no ya en el Bronx de Nueva York, sino en la glamurosa isla de Manhattan. Mis lectores saben bien que opino que el patriotismo es con frecuencia, como escribía Samuel Johnson, el refugio de los canallas. Pero que quienes, hablando de miseria y desigualdad social tienen tanto que guardar, pretendan darnos lecciones al respecto es más de lo que los españoles, por mucho que desconfiemos de los excesos del patriotismo, deberíamos tener que soportar.
Roberto Blanco Valdés, LA VOZ DE GALICIA, 7/10/12