La exclusión la inauguro el nacionalismo. Pero no debíamos esperarlo de la izquierda. Excluir del pueblo a los del Foro Ermua por el Ayuntamiento, intentando dejarles huérfanos de su origen, es un comportamiento muy nacionalista, pero también totalitario, vocación también en la izquierda que hemos visto en nuestra historia: es la dicotomía del conmigo o contra mí.
Debieran los políticos a los que votamos recordar que su tarea de representación se produce en un determinado marco, el de la Constitución se decidió en su día, con el fin primordial de salvaguardar la convivencia política, condición necesaria para el resto de los logros puedan hacer la vida a los ciudadanos agradable. Pero si jugamos con la convivencia llevando la exclusión del adversario hasta arrojarle del marco político empezaremos a liquidar la democracia. Sistema, por cierto, en el que es tan necesaria la presencia de los otros como la nuestra. Lo contrario es el frentepopulismo que nos llevó a tan aciagos resultados. Frentepopulismo que sólo se justificaba, si se justificó alguna vez, porque enfrente venía el fascismo.
Fue Ibarretxe el que popularizó la palabra crispar dirigida precisamente hacia aquellos que padecían el azote del terrorismo y la exclusión del nacionalismo menos violento. Se quejaba de que crispaban mientras les mataban a sus familiares, amigos o compañeros, lo que obligaba a muchos de ellos a exiliarse fuera del País Vasco. Su famoso plan soberanista se articulaba como prolongación del terrorismo, inaugurando una época en la que los no afectos, y por demás crispantes, empezábamos a preparar las maletas. La exclusión, acompañada con la acusación de agentes de la crispación, la inauguro el nacionalismo, por lo demás en coherencia con sus fundamentos totalitarios.
No lo podíamos esperar, no debía esperarse, que acabáramos haciendo lo mismo que los nacionalistas. Que semejante comportamiento tan derechoso, reaccionario, y carente de piedad se ejercite por parte de la izquierda. Pero comportamientos que los habíamos visto ya en nuestra historia, la dicotomía del conmigo o contra mi, y el que disiente, aunque tenga razón, o muestre piedad por el otro, puede ser fusilado. Todo eso se está volviendo a dar, y si lo recordamos no es nuevo en una izquierda española sin poso liberal. Excluir del pueblo a los del Foro de Ermua por el Ayuntamiento es un comportamiento muy nacionalista, pero también lo es totalitario, vocación también en nuestra izquierda, que intenta dejar huérfano de origen a ese movimiento. Por muy en desacuerdo que se esté con él en la actual coyuntura resulta desproporcionado y cruel. Hecho desasosegante, máxime cuando se ha compartido con el alcalde de esa villa la preocupación ante el día en el que tengamos que hacer las maletas por la exclusión nacionalista, y cuando dos días antes éstos le habían propinado una paliza a un conocido miembro de ese foro. Conocido por la izquierda por ser del PSOE. Pero acabará pasando si no se pone remedio, y para ello hay que ser conscientes de lo que estamos haciendo, como en la República, conmigo en todo o contra mí.
Debieran haber pensado mejor el lugar para hacer público el manifiesto contra el PP los tres mil intelectuales. El Círculo de Bellas Artes, notable lugar que ha facilitado muchos encuentros culturales y políticos, cuando se utiliza para echar al otro a la condena del odio rememora que ese notable edificio fue la checa más importante de Madrid, temida por la derecha pero mucho más por los republicanos por conocer su existencia. Y ya el colmo de la preocupación merece el comunicado del PSOE presentado por su secretario de organización, llamado ampulosamente institucional. Manifiesto para condenar a los otros, pero para convertir a su vez a los nuestros en los hunos, juego de palabras que descubriera don Miguel de Unamuno ante el desastre de la guerra. Se está jugando con fuego, porque la derecha días antes, aunque quizás no sea comparable, pidió el boicot a los medios del grupo PRISA.
Uno, que ha sido testigo de la génesis de ese monstruo que es ETA sabe que la tragedia se inicia como un juego. Hay mucho de travesura lúdica en los primeros manifiestos y acciones, se juega a matar, y se sigue haciendo manifiestos cada vez más excluyentes y condenatorios, y se mata de verdad, y la sociedad se divide, y no se atiende a razones, y se defienden principios que no son razonables pero que de pasionales pasan a convertirse en fanático… y ya está montada. Entonces, cuando han pasado una o dos generaciones, porque los españoles, también lo decía Unamuno, tenemos menos memoria que las gallinas, se olvida la crueldad y miseria del último enfrentamiento civil, se cae en los mismos errores que los idealizados abuelos destrozando el breve espacio de convivencia.
Mientras al país se le enseña que la culpa de todo la tuvo el PP en el 11 M, después de que muchos de los del PP hayan intentado defender la hipótesis de la conspiración, olvidándose todo el mundo, excepto el juez Bermúdez, de que los acusados son los que están en el banquillo, el terrorismo islamista reaparece cogiendo de nuevo a Don Rodrigo jugando a pacificaciones con los vascones y creando un ambiente incapacitado para responder a los problemas. Para esto no les hemos votado.
Eduardo Uriarte, BASTAYA.ORG, 17/4/2007