Visto el debate entre portavoces de ayer viernes, la pregunta es ¿por qué y para qué? Ni el formato permite la confrontación más allá de algunos chascarrillos lamentables, ni los portavoces tienen mayor interés entre los ciudadanos, ni los partidos son capaces de escapar del corsé autoimpuesto de su insufrible envaramiento. Sólo Gabriel Rufián tuvo la valentía de escapar de la rigidez del formato. Suficiente para destacar en una noche en la que nadie ganó un voto, pero tampoco lo perdió. Lo cual no tiene nada de extraño. ¿Quién cambia de equipo por un amistoso entre suplentes?
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Algunas puntualizaciones.
Los puntos fuertes de Cuca Gamarra, que los tiene, no son los debates electorales. El PP debería ir pensando en otro portavoz para este tipo de citas. Demasiado envarada, demasiado encorsetada y sobre todo, sin la cintura necesaria para reaccionar con una réplica rápida (o una sencilla ironía) a los ataques de sus rivales.
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A Patxi López, que fue de más a menos, le reventó la noche Rufián al revelar que el PSOE indultó a los golpistas catalanes, eliminó la sedición del Código Penal y rebajó las penas por malversación porque ERC se lo exigió. El resto de la velada se la pasó acusando al PP de mentiroso (mentira fue, para Patxi López, hasta el «buenas noches» de Gamarra) y señalándolo, junto con Vox, como «la alianza de ultraderecha». La táctica ha demostrado su fracaso en las urnas en todas las elecciones de los últimos tres años, pero supongo que alguien en el PSOE cree que, algún día, el canto rodado dará diamantes.
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La portavoz de Sumar, una señora enfadadísima con el franquismo, con los españoles y con las nubes, se comportó como una digna discípula de Yolanda Díaz, con todo lo que ello comporta, y dejó algunas de las perlas más bucéfalas de la noche. Entre ellas, la de que acabar con las comunidades autónomas equivale a acabar con la cultura porque son ellas las que tienen esa competencia. Y eso fue lo más inteligente que dijo a lo largo del debate. El resto de la velada se la pasó riñendo a Gamarra, insultando a Iván Espinosa y aleccionando a los españoles con tono de institutriz.
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El prestigio de Aitor Esteban entre la izquierda española («la derecha civilizada») me sigue dejando estupefacto. Supongo que hay que haber nacido y crecido en una comunidad nacionalista, como es mi caso, para detectar el aroma a provincianismo y a racismo que desprende un nacionalista incluso cuando se finge «progresista». Y qué menos que un tono amable, oigan, viniendo del representante del gobierno de una comunidad que disfruta, con sus jubilados a la cabeza, de un nivel de vida muy superior al de otras regiones españolas gracias a unos privilegios fiscales medievales.
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Iván Espinosa de los Monteros es probablemente el político más válido y reciclable de Vox, pero a) el formato de 5 contra 2 le impediría incluso a su admirado Ronald Reagan responder a todos los ataques, y b) el resistencialismo del «sólo queda Vox» es un repelente de votantes porque equivale a la actitud del que acude a una fiesta en la que no quiere estar y lo demuestra quedándose en una esquina mientras se queja del DJ, del anfitrión y del resto de los presentes porque «sólo yo sé lo que es la buena música». ¿Entonces qué haces en la fiesta, amigo?
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El portavoz de Bildu desempeñó su papel, que es el de avanzar un paso más en el cambio de percepción de Bildu entre los jóvenes vascos. De brazo político de ETA a partido verde de izquierdas hondamente preocupado por los derechos sociales y, por supuesto, la liberación del País Vasco. Es probable que ese proceso hubiera llevado décadas en circunstancias normales. Pero el blanqueamiento del PSOE les ha permitido conseguirlo en apenas cuatro años. Gobernarán su región muy pronto.
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Gabriel Rufián, apremiado por unos sondeos que le dan un resultado pésimo a ERC, se tuvo que enfrentar a una doble tarea: recuperar algunos de los votos que han volado del saco de los republicanos en dirección al PSC y los comunes de Podemos, y confrontar con PP y Vox con la vetusta pamema de la vuelta del fascismo, el franquismo y el nazismo. A pesar de ello, demostró algo así como una personalidad propia (irritante, pero propia) y eso le permitió salvarse de la mala imagen general.
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Mi conclusión. Los debates electorales no tienen sentido, con la única excepción de los cara a cara entre candidatos a la presidencia (como el del pasado lunes). Quizá tenían sentido hace décadas, cuando la información no llegaba a los espectadores de forma inmediata a través de su móvil y los ciudadanos no tenían muchas ocasiones de conocer a sus candidatos. Pero ¿hoy? ¿Qué aporta un debate entre portavoces? ¿Qué aporta un debate a tres, a cuatro, a ocho? ¿Qué aporta el debate de ayer?
Líbrennos de este sopor carpetovetónico, por favor. Estamos en 2023, no en 1993.
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Una pregunta interesante. ¿Dónde está el PSOE? Porque por Pedro Sánchez están haciendo campaña el propio Pedro Sánchez, José Luis Rodríguez Zapatero, algunos ministros del Gobierno y los medios de comunicación de estricta obediencia sanchista.
Pero ¿y el PSOE? ¿Dónde están los barones, los alcaldes y los altos cargos socialistas? ¿Dónde están esos militantes que el 22 de mayo de 2017 le dieron a Sánchez por segunda vez la secretaría general del PSOE agarrados a la pancarta del «no es no»?
¿O es que el se presenta a las elecciones no es el Partido Socialista, sino el sanchismo, y el PSOE no se siente por tanto obligado a apoyar una campaña ajena?
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Y una segunda pregunta interesante.
Si tras las elecciones del 23 de julio Alberto Núñez Feijóo necesita la abstención del segundo partido del Congreso de los Diputados para gobernar sin Vox, ¿secundará el PSOE la decisión del Partido Sanchista de negarse a esa abstención? ¿O permitirá el PSOE que Vox condicione, en una u otra medida, el gobierno del PP como Unidas Podemos, ERC y Bildu han condicionado el gobierno del Partido Sanchista?
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De todos los pretextos con los que el Gobierno ha intentado justificar la derrota en el debate del pasado lunes, ninguno más chocante que el que la atribuye a la indignación de Pedro Sánchez por las mentiras de Alberto Núñez Feijóo. Es decir, a la paralización provocada por la hipersensibilidad moral del presidente frente a las falsedades del líder del PP.
A esto, en términos médicos, se llama «trastorno autoinmunitario».
🎙 Pedro Sánchez, sobre Alberto Núñez Feijóo:
«Cuando enfrente tienes a alguien que no para de decir mentiras o utiliza de manera descarnada el terrorismo para dividir y confrontar, o cuando se blanquean acuerdos con Vox, realmente uno se indigna».https://t.co/CdhIy1WC4f pic.twitter.com/jOaqdyna6E
— Hoy por Hoy (@HoyPorHoy) July 13, 2023
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La segunda excusa más llamativa para la derrota del lunes pasado la han proporcionado los politólogos de la órbita sanchista, que han atribuido a Feijóo la aplicación de una técnica «secreta» que consiste en ametrallar al oponente con todas las mentiras posibles durante el turno de palabra propio para colapsar su capacidad de respuesta (dado que refutar una falsedad requiere siempre más tiempo que enunciarla).
Esa táctica maquiavélica es conocida como «el galope de Gish».
Es una lástima que el inventor de la técnica, el creacionista Duane Gish, no siga vivo para poder preguntarle quién ametralla mejor con mentiras a los ciudadanos.
¿Sánchez o Feijóo?
Feijóo utilizó ayer el “galope de Gish”, una técnica tramposa en debates que consiste en ametrallar con falacias y medias verdades a tu oponente.
España no merece que Feijóo sea su presidente.
Los verificadores de noticias falsas están sacando humo 👇https://t.co/IjHf6wLvPW pic.twitter.com/X2sLgujN98
— Diana Morant (@DianaMorantR) July 11, 2023
Galope de Gish. La técnica ejecutada ayer por Feijóo. Contaminar el debate a base de mentiras para hacerlos inviable. Está todo inventado, aunque a veces nos olvidemos de ello pic.twitter.com/dIMN9dqQbM
— Eduardo Bayón (@edubayon_) July 11, 2023
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El nuevo sondeo del CIS da ganador al PSOE por 1,4 puntos de ventaja sobre el PP. Es la segunda de las tres encuestas con las que el CIS pondrá rey y ayudará a su señor durante esta campaña electoral.
Llama la atención que esta nueva mentira del CIS no haya violentado la hipersensibilidad moral del presidente como sí lo hicieron las supuestas falsedades de Feijóo durante el debate del lunes. Si por hipersensibilidad fuera, ayer jueves el presidente habría comparecido en público tras leer los resultados del CIS con eccemas hasta en el paladar.
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Lo que ha ocurrido con el CIS a lo largo de los últimos cuatro años no es ya un problema de presunta malversación de fondos públicos ni de presunta falsedad en documento público (eso lo decidirán, en su caso, los jueces). El problema ni siquiera es la pérdida de credibilidad de un organismo público al que le costará años recuperarla.
El problema es que a ningún español se le escapa hoy la evidencia de que lo que está intentando el CIS de Tezanos es generar un estado de ánimo en la sociedad que beneficie al partido en el Gobierno, que resulta ser el suyo.
Y eso está a sólo un paso de mosca de considerarse amaño electoral. Algo bastante más grave que alterar el resultado de un sondeo pagado con dinero público.
#ÚLTIMAHORA | El CIS da ganador al PSOE a 1,4 puntos del PP y más peso al bloque de izquierdas.#23J pic.twitter.com/KxhN9om1DN