Diego Carcedo-El Correo

  • Cuando tomó posesión de su cargo en enero, Donald Trump alarmó al mundo, del que se considera propietario

Cuando tomó posesión de su cargo en enero, Donald Trump alarmó al mundo, del que se considera propietario, amenazando con violar fronteras y avasallar soberanías apoderándose de Groenlandia, de una parte del territorio de Panamá y, puesto ya a incrementar su poder geográfico, hasta anexionarse Canadá y convertirla en el Estado cincuenta y uno de la Federación que le eligió presidente.

Pero la vida da muchas vueltas y ocho meses después en lugar de convertirse en una amenaza para la paz mundial, el presidente norteamericano ha asumido el reto de arbitrar la solución de las dos grandes guerras territoriales que se están librando en la Franja de Gaza y Ucrania. Trump había prometido que su amistad con Vladimir Putin y su autoridad con Benjamín Netanyahu las liquidaría en un par de semanas.

El tiempo va pasando y la realidad es que su intervención como pacificador ni siquiera ha conseguido una tregua en los combates para poder seguir negociando los acuerdos necesarios sin escuchar el estruendo de los bombardeos o el clamor del hambre como fondo. La pomposa cumbre de Alaska con el viejo zorro Vladimir Putin acabó dejándole en ridículo ante la opinión internacional: lejos de conseguir ablandar a su proclamado amigo ruso, la entrevista concluyó refrendando algunos de sus argumentos ante la guerra de Ucrania.

Lo más destacado de su balance del «éxito» de Trump fue que la guerra podría acabarse en el mismo momento en que el presidente Zelenski se lo propusiera. Es decir, que después de tres años resistiendo a una agresión y a una fuerza militar muy superior, renunciando al territorio invadido e incluso hipotecando su futuro como país independiente, sin capacidad para poder aliarse, al igual que el grueso de sus vecinos, renunciando a convertirse en miembro de la Alianza Atlántica, tan odiada desde el Kremlin.

Trump intenta compensar este fracaso diplomático prometiendo a Ucrania, a cambio de su derrota celebrar una reunión entre los tres presidentes y los Estados Unidos aportarían a Ucrania garantías de seguridad para el futuro, pero después de que haya renunciado a una parte de su territorio. Hay una realidad en medio de la confusión entre las partes y es, primero, que Putin no va a retirarse sin el botín territorial que pretende. Después de haber atacado y mantenido a lo largo de tres años sus ambiciones no parece que se preste a renunciar de sus objetivos cuando está ganando.

La segunda realidad es que mientras se celebran reuniones de tan alto nivel sin resultados prácticos la guerra seguirá cobrándose víctimas. Trump, de quien se dice que sólo dice la verdad cuando se equivoca, El premio Nóbel de la Paz que ansía está volviéndosele muy difícil. Entre tanto, «¿puede Zelenski confiar en Trump», se pregunta The New York Times.

Con Gaza la situación es más o menos similar. En las últimas horas ha surgido una esperanza de tregua: Egipto y Qatar, donde residen algunos de los jefes de Hamas, han hecho una propuesta para establecer una tregua en la guerra y abrir negociaciones para poner fin al conflicto El acuerdo implica una rendición de Hamas que proporcionará un respiro a los habitantes de Gaza a cambio de que el Gobierno de Israel con el apoyo de Trump detenga sus proyectos para el futuro de la Franja asumiendo el control total.