Eduardo Uriarte-Editores

En España las elecciones las perdía el Gobierno, no las ganaba la oposición, pero vamos apreciando día tras día cómo Casado va a ser el primer líder de la oposición que gracias a sus continuados errores -entre ellos el más grave el convertirse en un fenómeno especular de Sánchez- va a perder las elecciones sin haber pasado por el Gobierno. Si el PP es un mero partido reactivo a todas las emboscadas que Sánchez y sus aliados le crean, sin iniciativa y programa propio, el fracaso del centro político se agudizará, desplazándose el favor electoral a los extremismos y potenciando así el declive ya existente en nuestra sociedad. Casado llevará a refugiarse en Vox a muchos de sus propios electores potenciales.

Si su única iniciativa consiste en abandonar de mala manera a su aliado en Castilla-León provocando alecciones anticipadas en un mero ejercicio de la búsqueda del poder por el poder, sin causa de servicio social que lo justifica como partido, tendremos que admitir que el actual PP es como el actual PSOE, superestructuras al servicio de sí mismas enajenadas de la sociedad. La política ha sido abandonada por el PP, como ya lo fuera por el PSOE, a cambio del plato de lentejas del poder efímero, porque un poder que no repercute en la prosperidad de la sociedad está condenado a un gran fracaso. Un fracaso que cae sobre toda la sociedad, que no se limita al fracaso de los respectivos partidos. Por lo visto el engaño de la memoria histórica no permite tener presente los errores cuajados de enfrentamientos civiles de nuestro desgraciado pasado desde inicios del XIX hasta la muerte de Franco.

En nuestra historia sólo Fernando VII fue peor gobernante que Sánchez. Y, sin embargo, Casado no ha sido capaz -si lo ha sido Ayuso- de vencerle en su torpe demagogia y denunciar la gravedad de la deriva caótica a la que Sánchez nos conduce. Se ha dedicado una y otra vez a entrar al capote que éste le brindaba, el del regate corto, el discurso del tuiter, el del titular vacío, campo en el que el maestro de la trampa y la mentira salía airoso. No servía de nada reclamarle una ley de Pandemia, preséntala tú, toma la iniciativa en esa y otras materias, denuncia la mutación constitucional que va conformando las inoperantes conferencias de las autonomías, no tragues la aberración de un falso estado de alarma de seis meses, etc. La solución chapucera no podía residir en apuñalar por la espalda a Francisco Igea, sino en proceder a un amable acercamiento. No sólo Sánchez promociona y alienta a VOX.

En este estado de inestabilidad y erosión al que el PSOE ha arrastrado la política en España, sin necesidad de que fuera un partido de marca populista el que lo provocara -disparate supino es poner de ministro de universidades a un defensor de la secesión catalana en plena crisis por la persecución de la familia de Canet-, el PP de Casado intriga en las autonomías incapaz de atraer el capital intelectual que Ciudadanos ha malgastado, con un comportamiento digno de los pasajes florentinos del renacimiento. Demasiados parecidos Pedro y Pablo.

En este panorama digno de pesadilla no sólo la consecuencia electoral lógica es el fortalecimiento de los extremos, si es que cabe un extremo por la izquierda al actual PSOE, sino, que también, se verá fomentada la secesión y desarticulación territorial del Estado desde su actual trampolín, la taifeña conferencia de autonomías, mediante los nacionalismos periféricos, regionalismos, y las Españas vaciadas. Asistimos, pues, a una crisis similar a la del XIX que supuso la desarticulación del viejo imperio español promovido en sus orígenes por movimientos reaccionarios a diferencia de la revolución norteamericana, similares al tradicionalismo español, y que inmediatamente generaran los nacionalismos periféricos en la Península. La consumación de la autodestrucción.

Una visión idealista ante la crisis del Estado promovida por el populismo izquierdista: la situación actual puede considerarse   como la prolongación del proceso de la destrucción de España, el final del largo ciclo que empezara su nacimiento en la Reconquista, origen histórico de España, que se prolongara en el Imperio Español, y que procediera a su retroceso a partir de la independencia de los países iberoamericanos, hasta volver a reducirnos a los medievales y pequeños reinos. La España desaparecida, la España multinivel.

Esto sólo lo arregla la vuelta al consenso entre otro PSOE y otro PP, o soluciones excepcionales. Debiéramos aprender de Italia.

Y, a pesar de todo: Feliz Navidad.