Miquel Giménez-Vozpopuli
Joan Canadell, partidario de boicotear empresas contrarias al procés y que lleva un careta de Puigdemont en el sillón de copiloto de su vehículo, será presidente de la Cambra de Comerç de Barcelona. El empresariado catalán o se ha vuelto loco o son tontos de baba.
Canadell es fundador del Cercle Català de Negocis, entidad independentista que se ha caracterizado por su nula capacidad en atraer empresarios importantes y por sus terribles luchas intestinas. Que se lo pregunten al que fuera su presidente Ramon Carner, al que las élites pujolistas de la época apostrofaban como el pollero porque tenía negocios de volatería en La Boquería y eso les debía parecer de poca volada, y perdonen el chiste fácil; es, además, cofundador de PetrolisIndependents, nombre rimbombante para un negocio que cuenta, no con pozos petrolíferos en Texas, Rumanía o Venezuela, sino con solo nueve modestísimas gasolineras, siete según otras fuentes. No vendrá de un surtidor de más o de menos. Me recuerda la frase de la Ferrusola cuando, al ver una gasolinera en la que se leía PetroCat, le preguntó a Prenafeta “Lluís, ¿estos son de los nuestros, oi?”.
Canadell, que tiene un expediente como separatista de primer orden, se ha aupado al cargo a través de la candidatura Eines de País, promocionada por la ANC de Elisenda Paluzie, alzándose con la victoria en la Cambra. Son las ansias totalitaristas de un movimiento, el separatista, que, aprovechando la dejadez de la gente y su pereza a la hora de elegir a sus representantes, han dominado despóticamente desde siempre el Colegio de Abogados, de Médicos, de Periodistas, de Economistas, del Ateneu Barcelonés – y bien que lo sé, puesto que fui durante un breve tiempo ponente de Filosofía de la junta de aquella casa – y suma y sigue.
Ahora bien, conociendo el tejido empresarial de mi tierra, es del género lírico que el proceso se haga con uno de los resortes más importantes de la vida económica de Cataluña. Ya sucedió no hace demasiado con la Feria de Muestras, regalada por los socialistas a los separatistas ante el pasmo de propios y extraños. Claro que, a cambio de ese insólito apoyo, alguna persona del PSC con importancia en el mundo municipal se llevó jugosas ventajas para su ciudad. Ande yo caliente, ríase la gente o, como sentencia una popular frase catalana Al cul me les fotin bullides.
Uno empieza a estar con la mosca detrás de la oreja porque es tan significativo que el dinero apoye una determinada opción como que se quede quieto
Pero no es a los políticos y sus tejemanejes a los que quisiera referirme. La importancia y el prestigio de la Cabra son tan enormes que solo con las subvenciones que otorga se podría valorar la influencia que tiene. Viendo todo esto, ¿los empresarios catalanes no han sabido impedirlo? ¿Qué pasa, ahora son separatistas? Me cuesta aceptarlo, porque, por ejemplo, mi querido Enrique Lacalle, uno de los pilares más sólidos del mundo empresarial barcelonés y un modelo de persona de bien, tiene de independentista lo que yo de bailarina clásica. Pero no me consta que haya hecho nada para impedir este desaguisado. ¿Y los Fainé, los Alemany, los Rossell, los Gay? ¿Qué han hecho los del Círculo de Economía, los del Ecuestre, los de Foment? Nada. Ni sabiendo lo propósitos de esta gente, fueron capaces de organizar una candidatura alternativa potente y representativa del auténtico empresariado catalán que poco o nada tiene que ver con caretas de Puigdemont.
Uno empieza a estar con la mosca detrás de la oreja porque es tan significativo que el dinero apoye una determinada opción como que se quede quieto. Don Manuel Millán Mestre, auténtico conocedor del paño político y empresarial, podría darnos conferencias sabias y eruditas acerca de cómo la patronal puso dinero en determinadas operaciones políticas durante la transición. Pero ahora, silencio.
Existe una resignación, interesada o no, ante el hecho separatista y ni políticos, ni los sectores culturales ni ahora los empresariales van a mover un dedo para extirpar este tumor que llamamos separatismo de cargo oficial y moqueta. Fíjense que hago este distingo porque a mí, que uno sea separatista o del Rayo Vallecano me da completamente igual. Lo que me subleva es la gente que ha hecho de la independencia un modus vivendi, una profesión, una manera de ganar un dinero que jamás podría obtener por su talento, por su genio.
Que los empresarios catalanes han permitido que Canadell capitanee la Cambra por inacción, es un hecho, no una opinión. Que ellos sabrán el por qué, también. Que, si lo supiéramos los demás, estallaría un escándalo, también. A ver si será cierto lo que me contaba en voz baja un camarero de cierto restaurante discretísimo sito en la Cerdaña acerca de una comida entre destacados dirigentes socialistas y otros no menos destacados capitanes de empresa. Poderoso caballero es don dinero y aquí todo lo que huela a resistencia, anti nacionalismo o defensa de España se acaba pagando muy caro. Y los empresarios son más de cobrar que de pagar. Ya se sabe, “Tenemos que hablar”, el diálogo y tal.