Andrés Montero Gómez, EL DIARIO VASCO, 14/5/2008
Hasta octubre, no hay manera de presentar una oferta electoral ilusionante que superarse al nuevo estatuto del PSE. Pero si las autonómicas son en abril de 2009, el PNV tendría recorrido suficiente para negociar al menos los rudimentos de un concierto político vasco, un traje a medida para Euskadi. Si retuerces la disposición adicional primera de la Constitución puedes acabar haciendo independiente a Euskadi.
La última escenificación de hermandad jeltzale nos demuestra cuán complicado es considerar al PNV como si fuera un cuerpo con dos almas. Con periodicidad variable se nos transmiten tráilers en donde se ve el alma soberanista tratando de imponerse a la pactista, o la también llamada posibilista o autonomista a la denominada independentista. En ocasiones es la soberanista la que se hace más visible y se materializa, mientras en otras es la propicia a los pactos con el gobierno de Madrid la que simboliza al timonel que recobra la firmeza de la singladura en la tormenta política de Euskadi. De cuando en cuando el alma bipolar del PNV entra en crisis de identidad y tiene que hacer catarsis. Con Garaikoetxea la catarsis fue por automutilación y la reciente con Imaz, por purga con hemorragia cauterizada. Ahora, en la escena de esta pieza perpetua de teatro político jeltzale reaparecen los adultos posibilistas conteniendo a ese adolescente autodeterminista al que, aunque no creen equivocado, sí consideran poco hábil en el ritmo, en los tiempos.
Es complejo discernir si son dos almas en un solo cuerpo o dos cuerpos en una sola alma. La impresión que me queda es siempre la segunda. Por lo general albergo mis dudas de que el PNV sea un cuerpo poseído por dos almas disjuntas. Cierto es que tiene algo de bipolar en su comportamiento, pero nada ni siquiera cercano a un trastorno múltiple de la personalidad. El alma jeltzale es una, y tiene muy claro el color con el que están dibujados sus deseos: el color de la independencia, de la autodeterminación de España. Es decir, todos están de acuerdo en el ‘qué’ pero discrepan en el ‘cómo’ y en el ‘cuándo’, o al menos eso es lo que tratan que sea interpretado por el público a partir de su representación teatral. La convivencia en el PNV de aquello que desde fuera nos parecen dos sensibilidades es un mecanismo funcional que no responde a una división de identidades, ni siquiera de modos divergentes de pensamiento estratégico, sino a una dinámica interna para mantener siempre al partido en tensión, en movimiento.
El PNV ha interiorizado lo que en el sistema institucional de Estados Unidos de América sería el ‘checks and balances’, es decir, una especie de reparto de poderes y de papeles de manera que la propia tensión entre las partes genere impulso de avance. Todos están en el mismo barco jeltzale, pero las dos sensibilidades están continuamente poniéndose límites o desbordándolos, según el caso, para que el resultado sea siempre dar un paso más hacia la independencia. Imaz es tan soberanista como Egibar, o Ibarretxe como Urkullu. La distinción entre independentistas y autonomistas en el PNV es equivalente a la que tienen los dos bandos de un mismo equipo de fútbol durante los entrenamientos: uno se pone un peto verde y otro rojo, pero encima del mismo color de camiseta. A veces en el PNV toca que los soberanistas defiendan y los autonomistas ataquen, y en ocasiones es al contrario. En ese partido a disputar en 2008, soberanistas atacan y pactistas defienden, para un posterior contraataque de los últimos que se alce con la victoria de todos, con la victoria del PNV, un gol más hacia el soberanismo.
Si el PNV hubiera obtenido otro resultado en las pasadas legislativas al Congreso o, por mejor decir, si los socialistas de Euskadi no estuvieran cuestionando el monopolio nacionalista de las urnas, probablemente Ibarretxe tendría otras cartas que jugar. Sin embargo, parte del electorado está escorándose hacia la alternativa que les ofrece una política antiterrorista basada en el desmantelamiento de ETA al tiempo que no les niega un horizonte constitucional de cuotas quasi-federalistas de autogobierno. Algo más de cien mil nacionalistas o supuestos nacionalistas votaron socialismo en la última convocatoria entendiendo que materializarían con mayor probabilidad su mandato genético independentista si obligaban al PNV a pactar con el PSE que si dejaban manos libres al plan Ibarretxe.
Eso si suponemos racionalidad al electorado, porque bien podríamos suponerle miedo, miedo a un desbordamiento institucional que tapone el autodeterminismo otros cincuenta años. De manera que toca integrar todos esos elementos, sin que el PNV renuncie a sus principios soberanistas, moderando la estrategia para recuperar electores en las autonómicas, acercándose al PSE y por tanto transmitiendo la sensación de cooperación antiterrorista pero, sobre todo, intentando obtener una muesca más en el recorrido soberanista inherente a lo jeltzale. Esta aproximación al PSE tiene que ser cuidadosa y no debe prolongarse más de seis meses, porque después llegará la hora de distanciarse y diferenciarse para las autonómicas.
Ibarretxe quiere hablar a toda costa con Zapatero, verle incluso en domingo. La estrategia ahora es negociar un nuevo estatuto, aunque en este partido el PNV juega con el tiempo en contra. Los errores de bulto del lehendakari ante la prometida consulta al pueblo vasco no permiten mucho margen de maniobra. Con todo, sería mucho peor para el PNV que Ibarretxe convocara un referéndum en junio y lo ganara, que tener que renunciar a la consulta popular. Una victoria eventual en esa consulta imposible pondría al lehendakari ante dos realidades: una, que no puede traducir un casi psicodélico resultado soberanista en nada tangible, porque Zapatero les diría que es ilegal; y dos, que ETA no va a dejar de asesinar porque se consulte al pueblo vasco sobre la autodeterminación. Incluso y por razones obvias, en un resultado favorable al soberanismo pero no traducible legalmente a un marco distinto del autonomismo, el referéndum de Ibarretxe reforzaría en ETA la percepción delirante de que tiene que continuar con el terrorismo. O sea, que con un referéndum oficiado en junio todo para el PNV son pérdidas, antes de celebrarse ya lo están siendo y después de convocarse sin duda lo serían.
El PNV está mal de tiempo si el amago de Ibarretxe de adelantar elecciones autonómicas es algo más que un farol. Si dentro del encaje de bolillos urdido con Urkullu aprovecha el inevitable plante de Zapatero ante el referéndum de junio para llamar a las urnas autonómicas en octubre, no hay manera de presentar una oferta electoral ilusionante a la ciudadanía que superara al nuevo estatuto que abanderaría el PSE. En cambio, si las autonómicas buscan su calendario natural hasta abril de 2009, igual el PNV tiene recorrido suficiente para negociar al menos los rudimentos de un nuevo concierto que trascienda lo económico, el concierto político vasco, un traje a medida para Euskadi.
El concierto político vasco tiene un planteamiento muy sencillo. A semejanza del concierto económico, se trataría de hacer palanca en la disposición adicional primera de la Constitución (reconocimiento de derechos históricos) para transferir a la comunidad autónoma todas las competencias políticas, dejando para el Gobierno central nada más que Defensa, Asuntos Exteriores y Aduanas. De este modo, Euskadi tendría el dinero que ya recauda con su régimen foral y competencias decisorias en todo lo que no fueran dimensiones supra-vascongadas. Desde luego, suena igual que el plan Ibarretxe pero con mucha más ingeniería política. Puede ser la apuesta amable de Urkullu, prescinde del confederalismo del plan Ibarretxe, es disfrazable de constitucional y acapara, de facto, las competencias soberanistas del programa del lehendakari. En estadística se dice que si se torturan los datos lo suficiente te acaban diciendo lo que quieras que te digan. Pues en la política vasca el dicho puede ser que si acabas retorciendo la disposición adicional primera de la Constitución lo suficiente puede acabar haciendo independiente a Euskadi.
Andrés Montero Gómez, EL DIARIO VASCO, 14/5/2008