Mikel Buesa-La Razón

  • Señalemos que si los vascos bajan impuestos eso no es «dumping», según ellos

Los nacionalistas vascos no dan puntada sin hilo ni otorgan sus votos sin haber fijado previamente su precio. Lo acabamos de ver en el asunto de la reforma fiscal cuando, como por ensalmo, en una reunión semiclandestina, la ministra María Jesús Montero y el consejero vasco Nöel D’Anjou han acordado ampliar el Concierto Económico, aumentando las competencias forales para regular los impuestos –por ejemplo, en el IVA, el IRPF de los no residentes, los depósitos en los bancos, la energía o el juego– y dándole entrada al Gobierno vasco en el Ecofin. De fondo, lo que se ventila en esto no es otra cosa que un amago de «soberanía fiscal» que permita a las Diputaciones generar incentivos para atraer inversiones mientras, eso sí, los jeltzales y sus socios socialistas siguen despotricando contra eso que llaman «dumping fiscal», cuyo paradigma reside en Madrid, aunque se va ampliando hacia Andalucía, Extremadura y otras regiones gobernadas por el PP.

Señalemos que si los vascos bajan impuestos eso no es «dumping», según ellos. Y lo justifican en que el Concierto les obliga a que la presión fiscal –o sea, el cociente entre la recaudación tributaria y el PIB– sea igual que la de España. Es verdad que esto casi lo cumplen, aunque en el promedio de lo que va de siglo ha estado un 1,5 por ciento por debajo. Pero ahí está precisamente la trampa, sencillamente porque cuando el sistema fiscal es progresivo –es decir, cuando pagan más impuestos los que más tienen– en las regiones ricas la presión fiscal es mayor que en las pobres. Por eso, aunque la ley del Concierto dice lo que dice, lo pertinente no es comparar Euskadi con el conjunto de España, sino con otras regiones ricas. Por ejemplo, Madrid o Cataluña. Y ahí se descubre el pastel porque, en el citado período, la fiscalidad madrileña ha sido un 16 por ciento superior a la vasca, y la catalana un 7,5 por ciento mayor que ésta. Así que está claro que los vascos pagan a la hacienda menos de lo que les correspondería si todos estuviéramos tratados igual. Claro que, según ellos, como explicó Julio Caro Baroja, valen más que los demás. Así que a joderse tocan.