Hermann Tertsch, ABC 09/11/12
La ofensiva contra todo tipo de actividades totalitarias es una asignatura largo tiempo olvidada en toda Europa.
Un año después de la muerte de sus dos compañeros, ha sido encausada por diez asesinatos Beate Zschäpe, la única superviviente de la célula terrorista itinerante neonazi. Según anunció ayer la Fiscalía General de Alemania, además de Zschäpe han sido encausados otros cuatro neonazis por colaboración en distinto grado. Los dos compañeros de la terrorista se suicidaron después de un asalto a un banco en Eisenach. Cuatro días más tarde y después de incendiar la casa con los cadáveres se entregaba esta mujer que durante diez años había formado un trío terrorista dentro de la organización neonazi NSU. De ella obtenía apoyo logístico. Este trío fue autor de numerosos envíos de paquetes bomba a pequeños comerciantes inmigrantes, turcos y un griego. Nueve murieron a lo largo de esa década. También mataron a una policía. La policía no avanzó nada en sus pesquisas y con muchas pistas falsas que sugerían un autor individual «Unabomber». Después de la detención de Zschäpe y los colaboradores quedaron en evidencia inmensos fallos en las investigaciones por parte de la policía y los servicios de información. Y cómo se habían ignorado claros indicios que guiaban al submundo nacionalsocialista.
El caso de que tres neonazis, con respaldo de un grupo neonazi menor, lograra durante una década burlar a todos y matar a diez inocentes elegidos al azar causó profunda consternación. Y las evidentes negligencias policiales provocaron serias dificultades al ministro federal del Interior, Friedrich. Desde entonces se han revisado los protocolos de actuación. Las actividades públicas y privadas de los neonazis y de todo individuo considerado enemigo de la constitución vuelven a ser objeto de vigilancia continuada. Y los entornos neonazis son sometidos también a mayor presión por la administración. Con abiertas represalias como despidos a aquellos que trabajan en el sector público. Hace unos días por ejemplo, los tribunales confirmaron la pertinencia del despido de un deshollinador municipal de Leipzig por actividades privadas nazis.
La ofensiva contra todo tipo de actividades totalitarias, de la extrema derecha, de la extrema izquierda y del islamismo es una asignatura largo tiempo olvidada en toda Europa, no sólo en Alemania, que fue pionera en esta presión social generalizada. Porque se ha hecho una política de conciliación con los extremistas que los convirtió primero en integrables en la democracia. Pronto los presentaban como grupos extremistas cuya radicalidad se agota poco menos que en el folclore. Y al final se convierten en colectivos considerados como inofensivos por los políticos. Pero también por unas fuerzas de seguridad que, sin presión desde arriba ni desde abajo, tienden a perder interés ante la ausencia del delito flagrante.
El hecho de que una organización terrorista no mate por conveniencia es, en sí, positivo. Pero ni convierte en pacíficos ciudadanos a los terroristas no capturados y durmientes, ni reduce el peligro que su movimiento político genera para la seguridad del Estado y de la ciudadanía. Y desde luego no exime al Estado de su deber de esclarecer hasta el final todos los casos criminales pendientes. Porque existe la terrible certeza de que si no se llegan a suicidar los dos compañeros de Zschäpe, se encuentra después un arma homicida y se entrega la terrorista, la policía podría seguir dando palos de ciego. Y los durmientes nazis alemanes son elementos muy contados y muy precariamente apoyados por grupos de simpatizantes. Nada tiene que ver con los durmientes nazis españoles en el País Vasco, con su inmensa red de apoyo en las instituciones, o los durmientes islamistas en todos los países europeos, con unas comunidades musulmanas en las que la presión salafista crece día a día.
Hermann Tertsch, ABC 09/11/12