Conclusiones europeas

 

La superestructura política europea tiene la obligación de aproximar Europa a los ciudadanos. Pero por las vías del proselitismo, la pedagogía y la divulgación y no con procesos de democracia directa. El horizonte europeo es federal, es decir, basado en un modelo de representación de segundo grado, parlamentario.

Una vez digeridos los resultados del referéndum europeo del domingo, se suscitan algunas conclusiones de interés que, aunque obvias en algunos aspectos, conviene resaltar para dejar bien sentados los hitos que han enmarcado la consulta.

1.-El vector europeo tiene en España escaso efecto movilizador, aunque al mismo tiempo el gran núcleo central de la ciudadanía es claramente europeísta al margen de la distribución ideológica del electorado. Ello es así por razones estructurales: el proceso de fundación del régimen democrático se hizo sobre cimientos europeístas ya que la integración en Europa, imposible durante la dictadura, formaba parte del anhelo liberador y pluralista de la transición. Así se explica que, incluso ante una propuesta tan escasamente atractiva como la de la futura Constitución europea, la inclinación favorable de los electores haya sido abrumadora: el 76,73% de los votos emitidos. Y ello sin contar con que buena parte de los votos negativos no ha reflejado una verdadera oposición a Europa sino que perseguía otros objetivos de política interna. Pero precisamente a causa de que el europeísmo forma parte del consenso democrático, las apelaciones en esta dirección no han conseguido motivar a sectores sociales importantes. La disyuntiva sobre el ‘sí’ o el ‘no’ a Europa está en España tan desequilibrada a favor del ‘sí’ que el debate no tiene el menor dramatismo (al contrario de lo que sucede en otros países, Francia o el Reino Unido). Y ello explica que sólo los sectores sociales más politizados hayan ejercido el derecho al voto. Los demás han tenido la intuición, certera, de que su pasividad en este asunto era inocua.

2.-Europa no se cuestiona pero se mantiene alejada del interés ciudadano. Tal aserto se deriva del contraste entre la baja participación y el potente predominio del ‘sí’. Y esta evidencia debe provocar un efecto directo: la superestructura política europea y de los Estados miembros tiene la obligación de aproximar Europa a los ciudadanos. Pero tal designio ha de desarrollarse por las vías del proselitismo, la pedagogía y la divulgación y no tratando de implicar a los ciudadanos en procesos de democracia directa, que están por añadidura en las antípodas de la filosofía política que inspira la Unión Europea. El horizonte europeo es federal, es decir, basado en un modelo de representación de segundo grado, parlamentario. El asamblearismo plebiscitario no encaja -por fortuna- en nuestros valores esenciales. En consecuencia, se conseguirá mucho más la implicación de las sociedades europeas en el proceso de construcción continental potenciando el Parlamento europeo y resolviendo los déficit democráticos internos de la Unión que apelando al arbitraje de los ciudadanos en referendos que difícilmente suscitarán gran interés (a menos, claro está, que se celebren en sociedades muy polarizadas con respecto a Europa).

3.-El antieuropeísmo es marginal. Izquierda Unida ha postulado el ‘no’ porque desearía una Europa más ‘social’, aunque no rechaza de plano el proceso de integración. Por lo tanto, si se resta al porcentaje de noes, el 17,24%, el correspondiente a los seguidores de IU y la nada desdeñable contribución de los votantes del PP que han elegido esta opción para desgastar al Gobierno, se llegará a la conclusión de que la oposición nacionalista a esta Europa ‘de los Estados y de los ciudadanos’ es escasa y bien poco significativa. En otras palabras, este referéndum, con todas sus limitaciones, ha vuelto a expresar un cuantiosísimo apoyo al ‘statu quo’ europeo, a la inamovilidad de las fronteras internas, a la distribución vertical y horizontal del poder que impera en Europa. De igual modo, el rechazo expreso del independentismo vasco y catalán a Europa pone de relieve la incompatibilidad consciente de tal opción con las actuales vías de integración europea. El PSOE no puede dejar de ver, a este respecto, que su cooperación parlamentaria con tales fuerzas marginales es cada vez más disfuncional y chirriante, por lo que, puesto que su estabilidad parlamentaria no está en peligro (no existe otra opción verosímil de poder que pueda plantearle una moción de censura), quizá no tenga más remedio que actuar en consecuencia en el medio plazo.

4.-España ha cumplido con sus socios europeos. Aunque el envite era arriesgado, el deseo de Rodríguez Zapatero de abrir camino positivamente a los países europeos que se disponen a ratificar el Tratado europeo mediante referéndum se ha cumplido inobjetable y favorablemente. Ello fortalece política y psicológicamente la posición española en Europa, aunque tampoco hay que exagerar: son los intereses y no los ideales los que compiten en Bruselas.

En suma, hemos cumplido cabalmente un trámite y salvado un obstáculo. Pero el futuro sigue estando completamente abierto y dependerá, como siempre, de nuestras propias obras.

Antonio Papell, EL DIARIO VASCO, 22/2/2005