El próximo domingo el único partido totalitario que es legal en el continente europeo recuperará su presencia en las instituciones vascas y volverá a tomar el control de un buen número de ayuntamientos de aquella tierra. Desde esa plataforma, se nutrirá de los medios económicos que engrasarán el funcionamiento de su maquinaria del terror.
Me van a tener que disculpar, pero el hecho de que mi día de publicación sea uno de los que habita en mitad de la semana condiciona notablemente el margen de maniobra, especialmente cuando el fin de semana regala a los opinadores algo tan sugerente para el análisis como un resultado electoral. Por lo tanto, o bien espero a hacer comentarios tres o cuatro días después de tan magno acontecimiento, con claro peligro de obsolescencia, o bien me arriesgo a anticipar algunas conclusiones, siendo consciente de que puedo quedar en notoria evidencia.
También es cierto que las elecciones municipales, como objeto de estudio socio político, constituyen una materia un tanto volátil o viscosa, según se quiera considerar. En este sentido, una de las predicciones sobre dicha jornada que se pueden realizar sin miedo a equivocarse es que todos los partidos, especialmente los mayoritarios, tendrán un análisis que concluirá de modo favorable a su causa, sea computando número de concejales, número de capitales, participación total en porcentaje, o en número de votos, índices de pérdida… Las elecciones locales tienen un objeto tan amplio y disperso que facilita la observación interesada simplemente con aumentar o disminuir el zoom o con variar levemente el ángulo. Baste recordar que en España unas elecciones municipales en las que las candidaturas monárquicas ganaron por un margen de 4 a 1 sirvieron como excusa para el advenimiento de la II República (o más bien como pretexto para la estampida de los gobernantes monárquicos). En síntesis, el próximo domingo, ni el PSOE ni el PP admitirán una derrota electoral, sea cual sea el resultado.
Dentro de mi análisis predictivo no voy a dedicar mucho espacio a lo que pueda dar de sí el botellón convocado en la Puerta del Sol desde el día 15 de mayo. Ese magma heterogéneo de sempiternos juerguistas, gamberros insensatos autodenominados antisistema e integristas antiliberales –aparte de algún nostálgico del París que nunca vivió- no va a aportar nada al curso de estos comicios. Bien al contrario, los campistas callejeros han caído en la trampa de los fundamentalistas democráticos y creen que el sistema parlamentario liberal consiste en el otorgamiento de un mandato periódico a través de las elecciones. Si de verdad quieren modificar los cimientos de nuestro sistema político, deberían comenzar por entender que democracia significa mucho más que elecciones cada cierto tiempo y que la libertad se conserva y se construye día a día desde la sociedad civil. Desde la familia, desde la empresa, desde la universidad, desde las instituciones… Acampar en el centro de Madrid con banderas de Egipto, fotos del Che y consignas precipitadamente bajadas de internet constituye un acto de frikismo más propio de la búsqueda de los 15 minutos de gloria que según AW toda persona tenía asignados en su acontecer que de cualquier clase de acto reivindicativo o políticamente comprometido y, desde luego, a años luz de distancia de cualquier potencia transformadora.
Por lo tanto, solo me queda apuntar una lamentable conclusión de la jornada electoral, que cristalizará en el País Vasco. El próximo domingo el único partido totalitario que es legal en el continente europeo recuperará su presencia en las instituciones vascas y volverá a tomar el control de un buen número de ayuntamientos de aquella tierra. Desde esa plataforma, se nutrirá de los medios económicos que engrasarán el funcionamiento de su maquinaria del terror y volverán a utilizar su poder para imponer un modelo en el que el miedo avanza y la libertad retrocede. Esta indigna consecuencia, cuya última responsabilidad corresponde al gobierno a través de su representación en esa cosa llamada Tribunal Constitucional, no es sino un paso más en ese proceso de resolución del “conflicto vasco”, aséptico y paralelo, sin contacto pero sin discusión, en el que ZP y su equipo se embarcaron cuando fracasó el anterior, más abierto y explícito. El 22-M será el día en que la lucha por la libertad en Euskadi retrocederá unos 15 años en el tiempo. Supongo que a los turistas de la Puerta del Sol, ocupados como están en mantener esa nueva tradición de reventar la jornada de reflexión, esto les trae al pairo. A mí no.
Juan Carlos Olarra, LA ESTRELLA DIGITAL, 21/5/2011