EL CORREO 16/10/13
«Con especial perversidad». Cien kilos de explosivos orientados para provocar el máximo número de fallecidos y apenas 35 minutos entre el aviso de ETA y la deflagración. Todo ello a la medianoche de un 22 de septiembre de 2008, con 26 personas descansando en la residencia militar de la localidad cántabra de Santoña.
Con esta crudeza relata la sentencia de la Audiencia Nacional el atentado que acabó con la vida del brigada Luis Conde de la Cruz, de 46 años, casado y con un hijo. Fue el último miembro de las Fuerzas Armadas asesinado por ETA. Los tres autores, Iñigo Zapirain Romano, Beatriz Etxebarria Caballero y Daniel Pastor Alonso, fueron condenados ayer a 485 años de cárcel cada uno y a indemnizar a la familia de la víctima con 500.000 euros.
El brigada Conde trabajaba en la academia de Artillería de Segovia y en septiembre de 2008 se desplazó a Santoña a pasar unos días de vacaciones con su familia en el patronato militar. No era un objetivo directo del ‘comando Otazua’ de ETA, pero si la única víctima mortal de aquella potente explosión, que le cogió de lleno cuando trataba de abandonar a toda prisa junto a su mujer el edificio castrense.
La deflagración fue de tal índole que dejó un cráter de cuatro metros y desperfectos a 180 metros a la redonda. Sólo la residencia militar sufrió daños por más de 5,1 millones. «Todo fue un caos», subraya la sentencia de la sección primera de la Sala de lo Penal. Desde la explosión pasada la 1.00 de la madrugada, lo que aumentó el pánico y la vulnerabilidad de las víctimas, hasta la «crueldad» de la muerte del brigada, «que cayó destrozado por la metralla y todavía agonizante ante su esposa». Fallecería media hora después.
También el desconcierto relatado por Lourdes Rodado, viuda del militar y que sufrió en sus carnes al atentado, que aún le mantienen con tratamiento psicológico y psiquiátrico. Su declaración fue el reflejo «del caos vivido en la evacuación de los militares heridos», dice el fallo.