- En el 43 aniversario del asesinato por ETA de Modesto Carriegas, aún sin resolverse, su hijo impulsa la reapertura de la causa judicial
Hola, aita. Hoy se cumplen ya 43 años de tu asesinato a manos de un grupo de criminales de la banda terrorista ETA. Pero debes saber que, por mucho que te lloremos, que te echemos de menos y que hayamos sufrido en nuestras carnes de manera perenne las horribles consecuencias del terror nacionalista, realmente aquello no pasó.
No pasó nada. Los tiros que recibiste en tu cuerpo nos los hemos inventado. ETA no existió. ETA no secuestró, ni extorsionó, ni amenazó, ni torturó, ni mucho menos mató. ETA es una leyenda. Una mala leyenda. Es por ello, ahora caigo en la cuenta, que a nadie en la sociedad vasca le importa este asunto.
Es que es un asunto de ficción. Una realidad paralela. Se trata de un pasado del que nadie en la sociedad vasca recuerda absolutamente nada. No cabe ninguna duda de que aquello nunca ocurrió. No obstante, es cierto que hay algunos pelmas, viudas e hijos de asesinados, de secuestrados, de extorsionados o de personas que jamás pudieron opinar en libertad que están dando siempre la murga contando un rollo macabeo. La verdad es que no se puede ser más pesado. Ya cansan. Molestan.
Son revanchistas a los que se les ve el plumero. Son fachas. ¡Si es que con ETA vivían mejor! Son mala gente. ¡Que se vayan! Son personas que no quieren aceptar que el País Vasco ha sido, es y será por decreto el paraíso de la felicidad pura, de la justicia extrema y del amor. Tu asesinato es uno de los 379 que siguen sin resolverse, ¿pero cómo se van a resolver si no existieron? ¿Cómo se van a poner medios públicos para detener a los criminales, si no hay crimen que imputarles? Resultaría a todas luces un gasto inútil.
«Lo suyo es que esos muchachos que están presos tengan todo el apoyo moral, social y político»
Lo suyo es que esos muchachos que están presos, injustamente presos, tengan todo el apoyo moral, social y político de la sociedad. ¡Claro que sí! La sociedad vasca no debe escatimar esfuerzos en situarles en el altar que se merecen. ¡Si han entregado su juventud por todos nosotros! Gracias, gracias y mil veces gracias.
El partido político que ha guiado a los vascos desde todas las instancias públicas al mayor vertedero moral de la historia de la Humanidad ha sido capaz de cambiar la realidad, de aprovechar la cobardía de la sociedad para borrar la memoria colectiva y construir una mentira ética manchada de sangre que resulta de todo punto insoportable. Es como si hoy alguien preguntara en Alemania qué opinan los ciudadanos de Adolf Hitler y la gente contestara: «¿Adolf qué?… no me suena». Pues aquí pasa igual con los asesinos, con los delatores, con los que brindaban con champán, con los voceros, con los matones y con aquellos miserables que desde el poder empatizaron con todos ellos y, además, sacaron provecho de ello. «¿ETA?… no me suena».
Debo decirte que la causa de la libertad colectiva está definitivamente perdida en el País Vasco: solo existe una única verdad y el que discrepe sencillamente no tiene sitio en esta sociedad. Es una verdad no escrita que está cincelada a sangre y fuego en el espíritu societario común. Nos queda, acaso por poco tiempo, la libertad individual y, utilizándola, escribo estas líneas.
«Intentaré por todos los medios que los criminales sean detenidos y paguen por lo que hicieron»
No soy un valiente. Solo proclamo la verdad. ¡La he vivido, la he palpado… la he sufrido! Afortunadamente, a través de un buen amigo que colabora con una fundación en Madrid, he conseguido que se reabra la causa judicial de tu asesinato. Porque sí existió. Y el dolor. Y el sufrimiento. Y el frío. Aquí nadie me ayudaría en gesta tan simple. La manipulada conciencia de la sociedad no podría tolerarlo. Intentaré por todos los medios que los criminales sean detenidos y paguen por lo que hicieron. Nada más. Lo que hicieron es imperdonable.
Desgraciadamente la sociedad vasca ha sido condenada por el nacionalismo gobernante a repetir en un futuro una nueva historia de horror y terror, porque no ha querido abordar con decisión y valentía la victoria de la causa de la libertad y la verdad y, cobarde, como siempre, ha preferido el triunfo de la mentira y la ignominia. Malditos sean.