Ignacio Camacho-ABC

  • Se empieza a entender lo de gobernar con o sin el legislativo. A falta de mayoría parlamentaria bien puede valer el Ibex 35

Antes que con Podemos y el resto de socios de investidura, el Gobierno de Sánchez nace –como el de Zapatero– de una coalición con el Partido Socialista de Cataluña, reforzada a título simbólico con la presencia de Jordi Hereu en la cartera de Industria y anudada ahora con la entrega de la presidencia de Telefónica a Marc Murtra. El presidente se mantiene en el poder gracias a los votos y escaños del Principado, tanto los suyos propios como los que los partidos independentistas le alquilaron para que pudiera conservar el cargo. Esa alianza resulta esencial para el desarrollo de un mandato cuyo mayor y casi único éxito ha sido la conquista de la Generalitat mediante una especie de tripartito de facto. Salvador Illa aspira a ser el nuevo Pujol, árbitro (casero) de la política nacional con el apoyo de los sectores económicos deseosos de reconducir el ‘procès’ a cambio de privilegios fiscales y un trato preferente en las inversiones del Estado.

Con Murtra al mando, Telefónica se integra de lleno en ese conglomerado de influencia, al que tal vez pronto se una Indra como pieza estratégica. El ‘blitzkrieg’ de la Moncloa sobre el gigante digital no era sólo una demostración de fuerza sino parte de una operación más compleja con el objetivo de ganar voluntades entre las élites catalanas y evitar que sientan la tentación de forzar a Junts para que gire a la derecha. Pallete no hubiera caído sin el visto bueno de La Caixa, accionista clave de la compañía y factor determinante en su equilibrio interno desde una posición de referencia. El regreso del Banco de Sabadell se inserta también en ese mismo contexto desde una vertiente financiera. El Ejecutivo le ofrece amparo ante la OPA del BBVA y la entidad apoya de manera implícita el relato político de la normalidad restablecida. Gestos de deferencia recíproca que consolidan la hegemonía gubernamental tras la agitada etapa de convulsiones separatistas.

Sánchez carece desde el principio de estabilidad parlamentaria pero no da puntada sin hilo. Y es consciente de que sus posibilidades de supervivencia pasan por un poder catalán amigo, capaz de proporcionarle en su principal feudo electoral el crédito social del que venía disfrutando el nacionalismo, cuyo discurso confederal se está subrogando el PSC en su propio beneficio. El concierto-cupo, el desplazamiento de los centros fácticos de decisión y la presión sobre Madrid son los instrumentos de convicción con los que pretende consolidar su prestigio en el territorio donde se siente mejor acogido y donde la oposición conservadora no acaba de encontrar su sitio. Y el alto empresariado sabe que aunque se produzca la alternancia nadie va a atreverse a revertir el ‘statu quo’ adquirido. Se empieza a entender aquello de gobernar con o sin el legislativo. A falta de mayorías representativas bien puede valer la confianza (mercenaria) del Ibex 35.