Marta García Aller-El Confidencial
- La reacción de las familias ha sido rápida, que no la de los gobiernos. Las casas se han llenado de consejos asesores, delimitaciones de aforos y viajes cancelados de última hora
Sé de abuelas que ya han organizado tres turnos para la cena de Nochebuena, para que en la mesa del salón, que no es el Buckingham Palace, pueda guardarse una distancia prudente en las segundas navidades de la pandemia. Y ay de quien cuestione sus restricciones de aforo o no se lleve a la cena las bufandas de punto que les tejió, porque avisados están de que las ventanas se van a quedar abiertas. También sé de abuelos que les han pedido a sus hijos que tal y como está el virus mejor se quedan solos. Otros están muy tranquilos con la tercera dosis y reclaman la presencia de todos sus nietos, dicen que ni ómicron ni ómicran, que todos a casa por Navidad y que sea lo que Dios quiera. Los hay también que aún no saben qué hacer.
Sé de padres y madres que esta semana están gastándose en PCR más dinero del que tienen para Reyes, antes de decidir si coger un AVE para volver a casa. Y sé de mucha más gente que ya tenía un billete y que lo va a perder porque acaba de enterarse de que le toca guardar cuarentena. En estas navidades con récord de confinados, además del anuncio de Campofrío, han envejecido muy mal los planes que todos teníamos hace solo una semana.
La reacción ha sido rápida, la de las familias, digo. La cuenta atrás para Nochebuena ha llenado las casas de consejos asesores, delimitaciones de aforos y restricciones de viajes de última hora. Las medidas no salen de la Conferencia de Presidentes, que a buenas horas. Para cuando se reúnan, mi madre ya habrá echado a cocer las espinas de rape y las cabezas de gambas. Su sopa de pescado se prepara con más antelación que los planes para la sexta ola del covid de este Gobierno.
En vista de que los legisladores no se aclaran, cada familia lleva días montando sus propias deliberaciones y negociando protocolos de andar por casa con los suyos. No sabemos qué nos van a prohibir, pero sí que llegan tarde. No es de extrañar que, además de las familias, también se hayan estado organizando por su cuenta las empresas y los colegios. Para cuando las autoridades se aclaren con sus recomendaciones de teletrabajo, las oficinas ya llevarán días medio vacías. También las aulas se han ido vaciando antes de acabar las clases, algunas por cuarentenas, otras por miedo, a medida que se han ido disparando los contagios. Varias comunidades acaban el año batiendo el récord de clases cerradas por coronavirus. Casi medio millar de aulas confinadas en Euskadi y la Comunidad Valenciana; en Madrid, más de 10.000 alumnos en cuarentena.
En toda España, muchas familias han decidido por su cuenta anticipar las vacaciones de Navidad como medida de precaución, ante la multiplicación de los positivos de profesores y alumnos y la inacción de las consejerías de Educación, que no han cerrado las aulas, pero tampoco mandado refuerzos para cubrir las bajas de profesores que han dado positivo. Convocar la Conferencia de Presidentes la tarde del último día lectivo del año, entre otras cosas, les ha ahorrado la decisión sobre la conveniencia o no de cerrar colegios. Ya veremos si en enero, para la vuelta al cole, no les vuelve a pillar el toro, que nos conocemos. Un saludo para los que tuvieron la idea de eliminar en septiembre los desdoblamientos de clases de Primaria (único colectivo aún sin vacunar), que el curso pasado permitió tener burbujas reducidas.
A la espera de qué decida la Conferencia de Presidentes, la decisión de si ir o no a la cena de Nochebuena ya no se va a mirar en el BOE, sino en lo que diga la PCR que cada uno se está buscando como buenamente puede o calculando cómo de cercanos han sido los últimos positivos, que cada vez son más. El rastreo, como los test y las restricciones, también está siendo casero.
Cuando después de la Conferencia de Presidentes salgan a pedirnos responsabilidad individual, sonará a recochineo, porque para cuando establezcan las medidas que les parezcan, los ciudadanos ya habremos tomado las nuestras. Lo que no podemos hacer individualmente es mejorar el sistema de test y rastreo; reforzar la atención primaria; agilizar los trámites de bajas por positivo, y ayudar a las empresas que con el aumento de contagios lo van a pasar mal, aunque no haya restricciones.
Al ritmo que van los contagios de delta y ómicron, sí que va a haber tres turnos esta Navidad. Los que se cuarentenen para Nochebuena, a los que les toque aislarse para Año Nuevo y los que se queden sin Reyes. Los de casa aún no sabemos si la sopa de pescado nos la vamos a comer juntos o separados, como el año pasado. A ver qué pasa con los últimos test y cómo quedan los turnos.