Los dirigentes de Batasuna saben que la continuidad del terrorismo les perjudica, pero no se plantean romper con ETA. Su solución es restablecer el modelo fracasado de negociación, para negociar en paralelo el fin de la banda y el reconocimiento de la autodeterminación. Así, vuelven a quedar unidos a una ETA que acaba de decidir que sigue.
Uno de los principales éxitos de la lucha contra ETA ha sido abrir un conflicto de intereses entre la banda terrorista y su entorno político como resultado de la ilegalización de Batasuna y las demás siglas y las dificultades derivadas para participar en la vida política. Durante veinticinco años, ETA dispuso de un brazo político legal: con las ventajas del sistema democrático a pesar de su supeditación a la banda y las connivencias con esta. Esa situación, con un pie a cada lado de la raya de la legalidad, comenzó a cambiar con la ilegalización de Batasuna en el 2003 y se ha consumado este año con su exclusión del Parlamento vasco. Las políticas de tolerancia y mano tendida no abrieron brechas entre ETA y su entorno político, lo ha conseguido la política de firmeza y tolerancia cero de los últimos años. En Batasuna ha comenzado a cuestionarse la utilidad de la violencia, ya que su persistencia obliga a los políticos a quedarse en casa o en la cárcel en vez de entrar en el juego de poder en las instituciones.
Hasta ETA reconoce en sus documentos que la alternativa planteada por el Gobierno «o votos o bombas» tiene «un alto nivel de penetración» entre sus seguidores, muchos de los cuales están interiorizando la idea del fracaso. «En la conciencia colectiva de la izquierda abertzale, como movimiento, está instalada la duda en torno a la capacidad de liderar el proceso. Esto está relacionado con que el enemigo ha ganado muchos espacios y que la izquierda abertzale los ha perdido. Por ello el parecer de muchos es la sensación de que la estrategia del enemigo ha superado la estrategia de la izquierda abertzale y de que la ha metido en un agujero sin salida», escribe ETA en un reciente documento.
El conflicto de intereses está ya planteado, pero los dirigentes de Batasuna buscan réditos políticos por el abandono de las armas de ETA. Saben que la continuidad del terrorismo le perjudica –aunque no se atreven a escribirlo ni a decirlo de manera clara–, pero no se plantean romper con la banda ni rechazar la violencia. Su solución es restablecer el modelo fracasado de negociación del 2006 para negociar en paralelo el fin de ETA y el reconocimiento de la autodeterminación. Así, vuelven a quedar unidos a una ETA que acaba de decidir que sigue con la violencia. No han asumido que el fracaso de las conversaciones de hace tres años cambia muchas cosas. Si formaciones nacionalistas como Aralar o el sindicato ELA reclaman un abandono de las armas sin contrapartidas el Estado no puede reclamar menos.
Florencio Domínguez, LA VANGUARDIA, 5/11/2009