TONIA ETXARRI-EL CORREO

El abandono de la política de consenso -que, desde la Transición, ha facilitado un marco de convivencia y seguridad jurídica- ha provocado la nefasta consecuencia de la división irreconciliable, el enfrentamiento entre dos bandos. ¿Dos bandos? Esto es. Los que habían quedado difuminados gracias a la altura de miras de políticos de la Transición con sentido de Estado que facilitaron el tránsito hacia la democracia. Ahora, todo está a punto de estallar. La política del enfrentamiento y el descrédito de las instituciones democráticas ha subido el voltaje de la animadversión en donde se encuentran tan cómodos algunos socios del Gobierno. No se trata de una guerra fría. Es una guerra que, si alguien no lo remedia, nos va a conducir al lamento por la añoranza de lo que fue este país y en qué se está quedando. La combinación del populismo con los secesionistas antisistema es una mezcla explosiva que no resiste un Cheminova de la democracia.

La ciudadanía se está quedando noqueada ante tanto despropósito ¿Esto no tiene remedio? El Tribunal Constitucional se reúne hoy para supervisar la petición del PP de que suspenda la votación del plan judicial de Pedro Sánchez. En un momento de máxima tensión, sin precedentes, sobre el Tribunal de Garantías. El partido no se juega en Qatar. Se juega en el Poder Judicial, que debe decidir si pasa por alto los cambios de mayorías para la elección de sus magistrados, con la espada de Damocles de estar sometidos a responsabilidades penales si obstruyen su proceso de renovación.

Malos tiempos para esperar que el Rey nos saque de este atolladero, como hizo en 2017. No puede

Desde la trastienda, brotan las voces de indignación. Con manifiestos de periodistas y comunicadores preocupados por la «deriva antidemocrática» del Gobierno. Con comunicados de jueces que se sienten amenazados por las últimas reformas del Código Penal hechas con urgencia y sin atender a los órganos consultivos. Pero lo más hiriente y donde vale la pena detenerse es en la manipulación de la historia en donde se ha instalado el presidente del Gobierno y sus portavoces del coro. La comparación del golpe de Tejero con la derecha del Congreso, los magistrados actuales del Tribunal Constitucional y los vocales del CGPJ no puede ser fruto de la ignorancia sino de la mala fe. Decir, como hizo Pedro Sánchez apropiándose de la Carta Magna, que «nosotros alumbramos la Constitución , la derecha estaba a otra cosa» no puede ser fruto de la insolvencia sino de la mendacidad. Pero estas pulsiones adanistas no las piensan pasar por alto en la oposición. De ahí la imagen que ha circulado estos días con los ‘padres’ de la Constitución. Que, como todo el mundo debería saber, fueron siete. Tres de UCD, uno de AP, otro del PSOE, PCE y minoría catalana. ¿Quién le pasa esas frases a Pedro Sánchez? ¿A quién pretenden engañar?

Queda un año para las elecciones. Los más temerosos aseguran que nos vamos aproximando a la frontera de Polonia. Malos tiempos para la crítica. Malos tiempos para recurrir al Tribunal Constitucional. Y para decir, desde una sensibilidad socialdemócrata, que «no es frecuente ver a un Gobierno conspirando contra el Estado pero es lo que está pasando» (Ignacio Varela). También para defender la legitimidad del Tribunal de Garantías, porque el mandato que han finalizado sus vocales no «caduca», sino que se prorrogan sus funciones. Malos tiempos para pedir elecciones anticipadas. Y malos tiempos para esperar que el Rey Felipe VI nos saque de este atolladero, como hizo con su discurso en el 2017. No puede.