Editorial-El Correo
- Es preocupante que la frontal división entre el PSOE y el PP no deje espacio a los intereses comunes y tensione la convivencia
La conformación de los gobiernos autonómicos sigue contrapunteando la larga espera para la investidura de un presidente o, en su defecto, para la convocatoria de nuevas elecciones en un Estado constitucional como el nuestro esencialmente complejo en el que el poder político está distribuido territorialmente. El Partido Popular y Vox suscribieron ayer un acuerdo para formar un Ejecutivo de coalición en Aragón en torno a un programa en común. Horas antes, los socialistas rehusaban compartir poder en Ceuta junto al PP. Es el retrato de la división en dos de un país en el que la política partidista se empeña en achicar el espacio de los intereses comunes. El pacto de las derechas en Aragón, que asegura la designación del popular Jorge Azcón como nuevo presidente regional, fue noticia también por la deliberada inasistencia de éste a la firma. Un distanciamiento calculado que podría responder tanto a una pulsión personal como a una estrategia de partido.
Es comprensible que el PP trate de contener la respiración ante el complejo protocolo al que apunta la investidura y, sobre todo, ante una eventual repetición de las elecciones generales. Pero está resultando especialmente comprometido para la sociedad y la convivencia que sus concesiones programáticas o simbólicas a Vox acaben por cuestionar la violencia de género, la emergencia climática o la administración de lo público para atender prioritariamente a los más vulnerables, dando cauce a una ideología alternativa, no a la de las izquierdas, sino al sentido común, a la empatía cívica y a las evidencias científicas. Un coste que los populares no tienen necesidad alguna de pagar y, sobre todo, de endosar a la ciudadanía.
La negativa del PSOE a secundar un Gobierno con el PP en Ceuta forma parte de la misma cara de la polarización. Juan Jesús Vivas lleva más de dos décadas presidiendo la ciudad autónoma en sintonía con los socialistas. El rechazo de estos a establecer una coalición «de Estado» y a mantener acuerdos puntuales no merece otro diagnóstico: inestabilidad en la frontera sur. Que la noticia de tan serio desencuentro coincida con las vacaciones del presidente en funciones en Marruecos será casual para los ciudadanos españoles, pero no para las autoridades marroquíes. Resulta preocupante que la confrontación entre las dos principales fuerzas políticas llegue a poner en entredicho la convivencia y a suscitar controversias sobre posibles riesgos para la integridad territorial.