No falla. Acababa de decir Esther Peña, la Emparedada de Modúbar, que Víctor de Aldama no tiene credibilidad, que “serán otros los que tengan que atestiguar que Aldama estuvo allí”, refiriéndose a Ferraz, cuando ha venido a desmentirla una foto del conseguidor en la sede del PSOE la noche del 10 de noviembre de 2019, celebrando el triunfo socialista. Que hable de credibilidad la peña sanchista es como oír hablar de respeto a las mujeres a Iñigo Errejón. O escuchar el miércoles pasado a Pedro Sánchez acusando al PP “de utilizar las instituciones en beneficio de sus familiares y de sus amiguetes”. Podrían mentir los dos pero Aldama tiene a su favor toda la apariencia de verdad, las investigaciones de la UCO y el testimonio de otros testigos que corroboran sus declaraciones.
O sea que nos hemos plantado en el Congreso con todas las apariencias contra Pedro Sánchez, desde las imputaciones familiares de su mujer y su hermano a la de sus manos derechas José Luis Ábalos y a la que está al caer del sucesor Cerdán, así como la implicación de la mitad de su Gobierno en los asuntos destapados por Aldama. Para encontrar un ministro sin pringue hay que mirar hacia los de Sumar, no porque sean virtuosos, ojo, sino porque no les han dejado tocar bola.
Los dos últimos asuntos que implican al sanchismo son el de Lobato, castigado por negarse a perpetrar un delito, como el coronel Pérez de los Cobos a manos del inicuo ministro del Interior y el de la directora de Programas de Presidencia, cargo pantalla para la asesora de Bego Pillafondos, Cristina Álvarez, que ayer se negaba a declarar en el Senado sobre sus relaciones con los médicis de Bego, a los que pedía la coima “aunque sea menos que la vez pasada”. Negarse a declarar, incluso ante la Justicia, es un derecho constitucional de los españoles. Y de las españolas, por supuesto, aunque le sobraba razón al juez Peinado cuando dijo que el silencio permitía extraer conclusiones. Un ejemplo: el silencio de Bego ante las preguntas sobre su titulación universitaria permite inferir que no la tiene. Para aclararlo todo intervino Pilar Alegría, la ignorancia portentosa que ejerce de portavoz, al hacer un doblete pasmoso cuando dijo que ayudantes como Cristina Álvarez han tenido todas las parejas de los presidentes desde el primero, que fue Felipe González (sic). Hombre, Pilar, no jodas. Antes que la de Felipe hubo dos ‘parejas’ de presidentes, Amparo Illana y Pilar Ibáñez Martín, pero ni ellas ni quienes las siguieron pusieron a un cargo público a servir sus negocios, no los tuvieron. Ni podían tenerlos. El Gobierno lo aclaró en una respuesta a diputados el PP el 9 de octubre pasado: «El Real Decreto 890/2023, de 27 de noviembre, por el que se aprueba la estructura de la Presidencia del Gobierno, deja claramente establecido que las acciones de asistencia política y técnica se circunscriben a la actividad del Presidente del Gobierno».
Todo esto es lo que tiene ante sí Pedro Sánchez en este Congreso de Sevilla, que no le afectará mucho porque tiene a sus pies a una chusma envilecida y fanática. Aunque no ganará credibilidad. Ni un gramo.