Luis Ventoso-ABC
- Al margen de que nos ha vendido otra moto, apena el nulo prestigio del Gobierno
El pasado día 10, los medios oficialistas anunciaron con alborozo lo que en la jerga de Leire Pajín podríamos llamar ‘la conjunción planetaria’ de dos grandes líderes progresistas, Biden y Sánchez. De manera inexplicable, el presidente de Estados Unidos, investido el 20 de enero, llevaba cinco meses sin descolgar el teléfono para platicar y aprender de quien probablemente es hoy el dirigente ‘progresista, ecologista y feminista’ más interesante del orbe (y además, doctor cum laude por la Camilo José Cela). La prensa sanchista se cuidó de aclarar que la reunión, en el marco de la cumbre de la OTAN, sería «una entrevista», no un mero saludo protocolario.
Desde la mañana más tempranera la trompetería mediática de La Moncloa comenzó a pregonar que se acercaba la hora H del Día D. Sin embargo ABC reparó enseguida en un detalle: en la agenda oficial de Biden figuraban encuentros con Erdogan y con los mandatarios de Estonia, Letonia y Lituania, pero ni rastro de la supuesta cita con Sánchez. Al final la montaña parió un ratón. Todo se quedó en medio minuto caminando por un pasillo. El lenguaje corporal de Biden era frío, desapegado, sin mirar apenas a su interlocutor. No se vio ni siquiera un apretón de manos entre ambos. Preguntado en la rueda de prensa por su pinchazo, Sánchez aseguró con sonrisa forzada que hubo «una breve conversación y un breve paseo», que «fue de más de veinte segundos» y que trasladó a Biden los siguientes temas: 1.- Los lazos militares. 2.- La actualización de la relación bilateral. 3.- La situación en Latinoamérica. 4.- El problema migratorio. 5.- Una felicitación por «su agenda progresista». Qué tío. ¡Qué capacidad de síntesis! A este Sánchez le das un lápiz y diez minutos y te escribe otro tomo de ‘El señor de los anillos’.
La cacareada entrevista se quedó en Sánchez persiguiendo por los pasillos a un indiferente Biden. Lo habitual: otro embuste en un contador que ya rebosa. Como explicó en su día el corresponsal de ABC en Washington, la frialdad de Biden con Sánchez atiende a que lo considera un epígono de Zapatero, del que guarda un pésimo recuerdo después de que en 2010, cuando era vicepresidente con Obama, lo dejase medio plantado en una base de Paracuellos en un encuentro con soldados españoles destinados a Afganistán. Biden es un veteranazo. Conoce la política internacional y le interesa. Sabe del jugueteo del actual Gobierno español con las dictaduras de Venezuela y Cuba, contrario a la línea diplomática estadounidense. Tampoco le inspira confianza tratar con el único Ejecutivo de Europa en coalición con los comunistas. Ni los intentos del sanchismo de apretar fiscalmente a los gigantes tecnológicos USA, una causa justa, pero que si se emprende en solitario y en plan naíf acaba pasándote factura.
Da pena ver al presidente de España ninguneado así. Da lástima tener un Gobierno diplomáticamente fofo, con el consiguiente perjuicio para el país. El Rey Sol que se pavonea en el ámbito doméstico aparece desnudo a ojos foráneos, capaces de verlo sin el manto de armiño de la propaganda.