IGNACIO CAMACHO-ABC

  • Faltar a la palabra, pactar con extremistas, gobernar mal, perder los nervios en campaña y elegir la fecha más inapropiada

Perder unas elecciones desde el poder es bastante difícil pero si uno se pone a ello en serio puede lograrlo incluso en el primer mandato, pese a que el desgaste o el cansancio no suelen aflorar con peligro hasta los ocho o doce años. Como ahora todo en la política va muy rápido, aquí van unos humildes consejos extraídos de la realidad para los dirigentes que deseen autodestruirse a corto plazo.

1. Faltar a la palabra de modo sistemático. Da igual que sea mediante mentiras, ocultaciones, rectificaciones o ‘cambios de opinión’ diametrales e injustificados siempre que suenen a engaño. La palabra de un líder tiene carácter de contrato moral con los ciudadanos y como tal ha de ser tratada con sumo cuidado. Perderle el respeto es el camino más seguro para caer en el descrédito. Si uno hace todo lo contrario de lo que ha prometido, y no una vez sino casi siempre y desde el primer momento, adquirirá fácilmente y con pleno derecho una generalizada y eficaz reputación de embustero.

2. Equivocar la estrategia de pactos y buscar aliados entre los partidos más radicales y con un halo más antipático. Enemigos de la Constitución, poscomunistas sectarios, herederos de terroristas o autores de una reciente intentona de golpe contra el Estado. Conviene además, para acelerar la impopularidad, haber puesto mucho énfasis previo en negarlo y después tardar menos de veinticuatro horas en echarse en sus brazos. Así se juntan el primer error y el segundo en el mismo acto y se compran muchos boletos de golpe para la lotería del fracaso.

3. Gobernar mal. Esto está al alcance de cualquiera y por eso es menester demostrar que es posible hacerlo con determinación, continuidad y firmeza. Basta con abusar del avión oficial y de otros privilegios con soberbia y sin transparencia, decretar confinamientos inconstitucionales durante una pandemia, enchufar en los organismos públicos a amigos ineptos pero de segura obediencia, dictar indultos para los socios contra la opinión generalizada y contraviniendo las propias promesas (de nuevo el primer punto), provocar la alarma social redactando leyes chapuceras, atajar tarde y mal las subidas de precios o freír con impuestos a las clases medias.

4. Hacer una campaña electoral nefasta. Mejor si son dos seguidas, por si la primera no resulta lo bastante aciaga. Mentar uno mismo los defectos y problemas que alimentan los argumentos de la parte adversaria. Oler a derrota fingiendo arrogancia, perder los nervios en las ocasiones clave, tratar de justificar lo injustificable con excusas poco apropiadas, culpar a todo el mundo inventando conspiraciones falsas, ofrecer una sensación permanente de falta de empatía y de confianza.

5. Y si todo esto no basta, queda un truco que no falla: se trata de convocar las elecciones en una fecha imposible para que se note el empeño en sacar ventaja de una incomodidad generalizada.