Miquel Escudero-El Correo

Según informes de Unicef, en el mundo hay unos 200 millones de mujeres mutiladas genitalmente y unos 650 millones de mujeres menores de 18 años forzadas a casarse. Está claro que la realidad personal debe ser siempre el punto de partida y de llegada de los seres humanos, por esto tales realidades son intolerables: tratar a personas como si fueran animales. No hay multiculturalidad que valga: una sociedad regida por un Estado social de Derecho no puede consentir estas prácticas o mirar para otro lado.

Aun basándose en el nacional-catolicismo, el régimen de Franco transigió con todo en el Sáhara Occidental, que fue la provincia más extensa del territorio nacional. España apareció allí en 1884 y con la Marcha Verde se fue por la puerta de atrás al acabar febrero de 1976. De esa casi centenaria relación entre saharauis y españoles surgió el único país árabe que habla español.

El régimen franquista, que separaba a niños y niñas, no hacía distinción entre las diferentes etnias. Las enciclopedias escolares (hechas en España) aparecían, a pesar de ser nuevas, con un puñado de hojas arrancadas: las que referían las batallas entre moros y cristianos en la Edad Media; por otro lado, la escuela se regía por un doble calendario festivo. Las autoridades franquistas no querían ofender ni entrometerse en las costumbres de la sociedad local. En el censo saharaui se registraban 3.000 ‘parientes pobres’, omitiendo el nombre de ‘esclavos’. Los señores del lugar no admitían que ningún esclavo musulmán pudiera ser propiedad de un cristiano. Pablo Ignacio de Dalmases da cuenta de ello en su reciente relato ‘Quique y los misterios del desierto’.