TONIA ETXARRI-EL CORREO

  • La Carta Magna está siendo objeto de ataques desde un córner del Gobierno de La Moncloa
Ninguna sorpresa. No solo los socios presupuestarios del Gobierno boicotearon el homenaje a la Constitución sino que izquierdas y derechas, cada vez más enfrentadas (la ensoñación de Pablo Iglesias), se reprochan mutuamente el incumplimiento del mandato constitucional. Pedro Sánchez defendió ayer brevemente la vigencia de la Carta Magna sin que su alocución dejara una impronta de estabilidad y fortaleza de nuestras instituciones. Sencillamente porque la Constitución está siendo objeto de ataques desde un córner del Gobierno de La Moncloa. El vicepresidente segundo se había permitido expulsar del juego democrático al PP mientras abría la puerta a ERC y Bildu para que pongan su mano en la renovación del Consejo General del Poder Judicial. Sin importarle la separación de poderes.

«¿Os imagináis, amigos, esta crisis en Cataluña, con la mitad del Gobierno defendiendo la Constitución y la otra mitad del Gobierno, con Podemos dentro, diciendo que hay presos políticos en España y defendiendo el derecho de autodeterminación? ¿Dónde estaría España?». Era Sánchez quien reflexionaba así. Cuando era Pedro en campaña electoral. Pues ahora está España donde él la ha colocado. Con esa mitad de Gobierno de la que renegaba. Y la oposición, proscrita y fragmentada, levantando acta de lo que consideran un camino hacia la involución.

Es lo que tiene pactar con fuerzas disgregadoras. Que no generan credibilidad a la hora de defender el marco que ha garantizado cohesión, derechos y libertades en momentos claves, excepcionales, económicos y ahora, sanitarios. Con el espíritu de consenso y transversalidad que se ha mantenido durante 42 años. Los socios del Gobierno tan hábiles con la propaganda y maestros en tergiversar las palabras.

A medida que este Gobierno se fortalece, el Estado se va debilitando. Vaya paradoja

En tiempos de tanta desinformación a pesar de la sobredosis de datos, porque el exceso de propaganda lo eclipsa todo, convendría desmontar algunos mitos. Como el de la monarquía parlamentaria. Que, contrariamente a lo que pregona la izquierda actual, es la única de Europa que fue sometida a votación. En las Cortes y en el referéndum constitucional. Lo recuerdan los clásicos socialistas pero los que mandan ahora, intelectuales como Adriana Lastra, no les hacen ni caso. Y el de la inmovilidad de la Constitución. Es cierto que para reformarla se precisa de una mayoría de 3/5 del Parlamento para cuestiones no fundamentales. Y de los 2/3 para cambios sobre modelos de Estado. Pero cuando ha habido voluntad las reformas se han producido. Ocurrió en el 92 y en 2011. Para adaptarse al Tratado de Maastricht y para fijar el tope del déficit (la colaboración de Rajoy con ‘ZP’ fue fundamental). Pero los socios de Sánchez buscan atajos para ir demoliendo el edifico constitucional sin tener que someter los cambios a votación.

De momento, la Constitución está confinada. A la espera de un cambio por la puerta de atrás. El vicepresidente Iglesias es el ‘boss’ porque Sánchez lo permite. Podemos es la cuarta fuerza electoral. La cuarta. Detrás del PP y de Vox. Pero actúa como si fuera el dueño del cotarro. Sánchez no puede o no quiere frenarle. Acaso le conviene ese desdoblamiento de papeles. Se permite expulsar al PP del club de la democracia. Diciendo que se olvida de la Constitución. Ni comparación con el espíritu constructivo y ‘patriota’ de Otegi. O de ERC. Eso dicen quienes atacan al Rey, y a la justicia le llaman venganza. A medida que este Gobierno se fortalece, el Estado se va debilitando. Vaya paradoja.