JOSÉ MARÍA CARRASCAL – ABC – 12/08/15
· Que la Constitución del 78 necesita ponerse al día no lo niega nadie. Pero lo que necesita, y urgentemente, es que se cumpla.
Han conseguido que hasta Rajoy se apunte a la reforma de la Constitución. Eso sí, con su cachaza de siempre: en la próxima legislatura y sin contentar a los nacionalistas. Que la Constitución del 78 necesita ponerse al día no lo niega nadie. Pero lo que necesita, y además urgentemente, es que se cumpla. Ese es su verdadero fallo. España es el país con más leyes y donde menos se cumplen. Ahí tienen al Gobierno catalán sin respetar las normas de educación bilingüe y a los bares de Madrid sin respetar las de las aceras. En medio, todo lo que quieran, como ustedes saben mejor que yo. Ese es el problema.
Los españoles nos pasamos el siglo XIX cambiando constituciones. Cada nuevo gobierno sacaba la suya, de su color, hasta que el próximo hacía lo mismo, con lo que conseguimos que se tomaran por el pito del sereno. Origina todo ello una carencia básica nuestra: creer que una constitución es algo así como un Bálsamo de Fierabrás que cura todos los males. Cuando una constitución es sólo el pacto entre los ciudadanos de un país para regular su convivencia. Y como todo pacto, exige concesiones de todas las partes para que pueda funcionar. Concesiones que hay que cumplir, que es donde fallamos porque los españoles cogemos lo que nos interesa de tal pacto y nos olvidamos del resto. Eso no hay constitución que lo aguante.
El mejor ejemplo lo tenemos en la del 78. La «pactada» se apodó, por ser la primera basada en el consenso en vez del trágala de media España sobre la otra. Sirvió para lo más urgente, para lo fundamental: para que los españoles no nos lanzáramos unos contra otros al morir Franco. Pero conforme se alejaba esa posibilidad, volvimos a lo de siempre: nadie se contentó con su parte, exigiendo la de los demás. La «buena fe» que requiere todo contrato social duró poco, tan poco que los propios gobiernos se vieron obligados a mirar para otra parte ante el incumplimiento de las leyes, que es también una forma de incumplirlas.
El resultado es que, una vez más, los españoles huimos de nuestros problemas con fórmulas milagrosas. Los cambios en la Constitución, o de la Constitución, no arreglarán nada si no empezamos cumpliendo la que tenemos. Y, desde luego, iríamos a peor si se aceptan las recomendaciones de esos «sabios» socialistas que piden el «reconocimiento de la singularidad» de Cataluña y el «trato especial que merece». ¡Menudos socialistas son esos que todavía no saben que todos los ciudadanos son singulares y que nadie merece un trato especial! En cuanto a sabios, me gustaría conocer sus nombres para reírme con lo que hayan escrito, si es que han escrito algo.
No me extrañaría que José Luis Rodríguez Zapatero figurase entre ellos. O, al menos, alguno de sus ministros o ministras.
JOSÉ MARÍA CARRASCAL – ABC – 12/08/15