Tonia Etxarri, EL CORREO, 6/6/12
No son tan nocivos los referéndums como algunos creen, siempre que la cuestión que se someta a consulta a los ciudadanos sea transparente y clara como el agua. Ya sabemos que la Constitución establece que, para someter a consulta decisiones políticas «de especial trascendencia» , el único que puede convocarla es el Rey, a propuesta del presidente de Gobierno. Pero sin darle todavía la solemnidad de una consecuencia legislativa, la mera consulta a la ciudadanía para asuntos que le incumben directamente puede iluminar los puntos oscuros de la política que se ha mantenido con subterfugios que han dado lugar, en mas de una ocasión a situaciones equívocas.
Resulta, al final, tan decisiva la claridad de las preguntas que en determinadas consultas puede ocurrir que los políticos , tan alejados, en ocasiones, del interés ciudadano que dicen representar, se lleven un chasco. Y comprueben que el pueblo libre y soberano decide tomar la orientación contraria a la que marcaba su brújula. Ocurrió el domingo. En la localidad guipuzcoana de Zestoa, gobernada por Bildu, donde la experiencia ha sido aleccionadora. En este idílico enclave de balneario, donde la tradición taurina está muy arraigada, se celebró un referéndum en donde no solo ganó por abrumadora mayoría el sí para que continúen las novilladas de los toros sino que la participación llegó al 64% de la población. Para sorpresa de los convocantes que, al pretender politizar la fiesta taurina asimilándola a la fiesta «española» nunca imaginaron que sus vecinos se pronunciaran a favor de mantener la esencia de sus aficiones.
No es la primera vez que los resultados de una consulta reflejan la asintonía popular con sus representantes. La amarga experiencia que vivió el PNV , en el 2002, al comprobar que la mayoría del pueblo estaba en contra de la implantación de una central energética en el barrio de Boroa, en Bizkaia, ha quedado como referencia de una historia sin final feliz. Porque el partido de Urkullu no se atrevió a convocar la consulta. Tampoco se atrevió Ibarretxe a ir hasta el final con sus constantes propuestas de referéndums sobre una relación «amable» entre Euskadi y España y formulas similares. El soñaba con las consultas pero nunca se atrevió a preguntar a los ciudadanos vascos si estaban a favor de la independencia. ¿Sí o no? Quizás porque en el fondo temía encontrarse con muchos independentistas que , a la hora de la verdad, no quieren la independencia.
Ayer Ruiz Soroa volvía a dar un paso al frente apelando a la conveniencia de enfrentarse a un desafío secesionista poniendo «la nación a votar». No parece ahora el mejor momento político para abrir ese debate pero habrá que hacerlo tarde o temprano. Habrá que coger el toro por los cuernos, con perdón. Y preguntar a la gente si quiere independizarse de España. Cómo cree que Europa nos admitirá con nuestras condiciones y nuestro Concierto económico. Cómo creen que, en una Euskadi independiente, afrontaríamos el déficit de los 900 millones del pago de las pensiones. Con una Ley de Claridad, como pedía Emilio Guevara. Sin rodeos. Como está pidiendo Cameron para Escocia. Sin espacio para los discursos victimistas ni para las trampas. Quizás sea lo mejor.
Tonia Etxarri, EL CORREO, 6/6/12