Diego Carcedo-El Correo
- La realidad es que en un sistema democrático la trayectoria de Pedro Sánchez rompe todos los esquemas de sobrevivencia en el cargo que ocupa desde hace siete años
Ninguno de los presidentes del Gobierno que se han venido sucediendo en España ha ocupado tanto espacio en la prensa internacional como Pedro Sánchez. Para The New York Times, sin duda alguna el diario más importante del mundo, lo describe con tres palabras muy precisas: Un «consumado superviviente político». Mantenerse en el poder es un milagro que protagoniza cada día que pasa. Para muchos analistas extranjeros -y por supuesto la casi totalidad de los españoles-nunca se sabe si es la suerte la que le mantiene en el poder o su capacidad excepcional de resistencia a mantenerse en el cargo contra todas las adversidades que se ha venido creando por sus ambiciones sin escrúpulos.
La realidad es que en un sistema democrático la trayectoria de Pedro Sánchez, un político relativamente joven, rompe todos los esquemas de sobrevivencia en el cargo que ocupa desde hace siete años. Accedió al la Presidencia a través de una moción de censura contra su antecesor, el conservador Maríano Rajoy, y prolongó la jefatura del Gobierno tras unas elecciones generales que perdió. El desastre electoral sin embargo no le inhibió en su afán por mantener el poder y para afirmarse, recurrió a un insólito galimatías que consistía en pactar sin escrúpulos las concesiones más variadas a un complejo de pequeños partidos, casi todos ellos adversarios de sus ideas socialistas.
Gracias a un hábil juego de corte circense, logró unir en el apoyo a su investidura a dos partidos de izquierdas, a cinco independentistas y por lo tanto defensores activos de la ruptura del país en trozos, uno de ellos de origen terrorista y otro de derecha radical, igualmente independentista, pero con intereses variados que paradójicamente con los cuales viene ejerciendo mayor influencia política después de ser el que después de encabezar un golpe de Estado y mantener a su líder en el exilio, que por inverosímil que resulte es el que maneja en buena medida la actividad cotidiana incluidas las deterioradas relaciones internacionales.
Así, actualmente España, una nación con tantos siglos de historia, tras pasar por las más variadas vicisitudes políticas, cincuenta años después de librarse de la dictadura más férrea de Europa consiguió celebrar el comienzo de una prometedora era democrática que lamentablemente en los últimos tiempos se está deteriorando. Gracias a la seriedad y serenidad con que el rey Felipe VI mantiene la jefatura del Estado y a su alrededor algunas instituciones que resisten a los intentos desestabilizadores del Ejecutivo como las Fuerzas Armadas y el poder Judicial, la crisis global pasa inadvertida.
La realidad de la supervivencia democrática resiste a un Gobierno sin apoyo popular, sin presupuestos y sin respaldo parlamentario. El noventa por ciento de los proyectos de ley presentados al Congreso, han sido rechazados. El Ejecutivo, integrado por ministros colocados en sus cargos como pago a los servicios prestados por sus partidos, resisten, igual que el grueso de los diputados y otros altos cargos públicos, transigen en defensa de sus salarios. Mientras el presidente pende de un hilo que es el de Junts, el pequeño partido catalán de cuyos siete escaños depende que se sostenga en el poder cada minuto que pasa.