IÑAKI EZKERRA-El Correo

  • Tenemos el peor Gobierno y la peor oposición en el peor de los momentos

Hubo una época en que el tiempo de la publicidad era un paréntesis que se hacía en medio de un debate político. Hoy el debate ha sido totalmente reemplazado por la publicidad. No existe. Y, si uno se empeña en razonar, en dar argumentos, en usar la lógica, se topa con la pared del tópico, el rodillo del eslogan, la apisonadora de la matraca ideológica. Lo peor no es la pérdida de las formas, sino de los contenidos. Aunque se haga el educado, el marketing incurre en la peor falta de educación, que es la de no escuchar ni atender a razones. Aunque hable de diálogo, no dialoga y menos rectifica. No se puede esperar de él ni reflexión ni ingenio ni autocrítica, sino sólo la repetición tediosa. Y el problema cuando se impone en la vida pública es que también se repiten los males que la razón debía resolver.

No es raro que un Gobierno y unos partidos sólo atentos a la imagen, al sondeo, a la táctica del voto, a la publicidad, vuelvan a tropezar con todas las piedras del Covid-19 con las que tropezaron en los meses de febrero y marzo. No han aprendido nada, no han previsto nada. Tenemos una clase política que coge el micrófono para repetir las mismas frases huecas que soltó hace seis meses. Lo que ha puesto en evidencia el coronavirus es la inoperancia de los representantes que tenemos. Y lo ha puesto en evidencia porque es contagioso, porque enferma y mata y no se puede ocultar por más que se intente. Uno deduce que el patrón de ineficacia con el que los políticos sin excepción han actuado ante ese virus es el mismo con el que actúan ante todos los problemas de naturaleza económica, administrativa, social… Lo que pasa es que las víctimas de esos otros males no son contagiosas y no se ven.

No. No es ya que tengamos el peor Gobierno para la peor situación. Es que tenemos también la peor oposición. Es que este virus ha puesto en evidencia la inoperancia de todo el sistema. La famosa ‘desescalada’ que exigieron todos, como antes exigieron el café autonómico, se llevó a cabo bajo el criterio de un comité de expertos inexistente, que es tanto como decir político. Ahora el Gobierno delega en las autonomías para que cometan los errores que él cometió. Y los están cometiendo porque, si el problema inicial es que había 17 administraciones, la solución no podía ser la renuncia a un mando único. El coronavirus se ha descentralizado, federalizado, ‘babelizado’. Se ha vuelto autónomo y autóctono. Le hemos contagiado el virus soberanista. Ya no es el coronavirus, que suena a monárquico, sino el ‘boinavirus’. De ser primero un invento de los chinos y luego un problema de Pedro Sánchez, ha pasado a ser «lo nuestro». Como en su día el obispo Blázquez.