El TC, en su función esencialmente garantista, se ha visto obligado a dar un voto de confianza a la nueva coalición. Toca ahora a sus miembros comportarse a la altura de esa confianza. A aquellos de quienes no cabe dudar, reclamando de sus socios más dudosos compromisos nítidos con su declarada voluntad de acabar con la violencia. A éstos, exigiendo de ETA el definitivo e incondicional cese de sus actividades.
Hablemos, pues, de Bildu. Si ellos, los partidos, no dejan de manosear el tema, pese a reconocer que desvirtúa la campaña o incluso que perjudica sus intereses, no vamos a ser nosotros, los periodistas o analistas, quienes nos abstengamos de volver sobre él «como vuelve el perro sobre su vómito», según dice, a propósito de los necios, el Libro de los Proverbios.
Vayan tres reflexiones previas sobre las sentencias del Tribunal Supremo y del Tribunal Constitucional (TC). Primera: el clima que las ha rodeado habrá servido para desengañar definitivamente a los pocos fieles que aún le quedaban a Montesquieu. Segunda: la relación que en ambas se ha dado entre mayorías y minorías invita a pensar más en los dados y el azar que en la razón y la justicia. Tercera: dicho lo cual, la última del TC es un dato irreversible y como tal ha de ser tomada, se compartan o no las razones que la avalan. Concluimos, pues, con Juan Ramón Jiménez: «No lo toques ya más, que así es la rosa».
De entre los argumentos que los magistrados han barajado en este proceso me ha parecido de gran importancia el que desarrollan, en el fundamento jurídico tercero del voto particular al auto del Supremo, sobre la conjunción disyuntiva ‘o’. No estoy de broma. Se trata, según los firmantes, de definir si, en el sintagma «continuar o suceder la actividad» -en este caso de Batsuna- que se repite en la LOREG y en la LOPP, la ‘o’ tiene significado de disyunción o de sinonimia. No pretendo enredarles con la abstrusa disquisición de los magistrados. Me basta su conclusión, que es, en todo caso, mucho más consistente que el razonamiento lingüístico en que se sustenta.
En efecto, que parte de Bildu quiere suceder a Batasuna, lo mismo que Sortu pretendió hacerlo hace poco más de un mes, es cosa que sólo se le oculta a quien no quiere ver. Pero la cuestión jurídicamente relevante no es ésa. Lo que importa es si, además de sucederla, pretende continuarla en su actividad.
Pues bien, planteada así la cuestión, el voto particular, sancionado ahora en sustancia por la sentencia del TC, responde que esa parte de Bildu sucede a Batasuna, pero no para continuar haciendo lo mismo que Batasuna hacía o, al menos, no para continuar haciéndolo del mismo modo en que lo hacía Batasuna, a saber, al cobijo de ETA y en connivencia con ETA.
Lo que los magistrados han resuelto se vuelve ahora un reto para los políticos. El TC, en su función esencialmente garantista, se ha visto obligado a dar un voto de confianza a la nueva coalición. Toca ahora a sus miembros comportarse a la altura de esa confianza. A aquellos de quienes no cabe dudar, reclamando de sus socios más dudosos compromisos nítidos con su declarada voluntad de acabar con la violencia. A éstos, exigiendo de ETA el definitivo e incondicional cese de sus actividades. Y a los demás, manteniéndose vigilantes para que la confianza no quede defraudada.
José Luis Zubizarreta, EL CORREO, 8/5/2011