Juan Carlos Girauta-El Debate
  • Ignora las guerras de 1948, 1967, 1973 o 1982. Es incapaz de citar las dos ocasiones en que EE.UU. e Israel estuvieron convencidos de la pronta consecución de la paz y de los dos estados. Tampoco logrará dar razón de las causas de ambos fracasos

El plan de Trump para Gaza ha pillado a Sánchez a traspié. Doy por hecho que nuestro estadista de papel maché, caudillo del antisemitismo contemporáneo, no puede situar Israel en el mapa. Ignora las guerras de 1948, 1967, 1973 o 1982. Es incapaz de citar las dos ocasiones en que EE.UU. e Israel estuvieron convencidos de la pronta consecución de la paz y de los dos estados. Tampoco logrará dar razón de las causas de ambos fracasos. Ni de la retirada de todos los judíos de Gaza en 2005, cuando Ariel Sharon usó al Ejército contra aquellos de sus ciudadanos que se resistían a abandonar sus casas. En resumen, doy por hecho que Sánchez, en su oceánica ignorancia, conoce sobre el conflicto que él ha ayudado a enconar lo mismo que el joven manifestante español medio.

Ese al que de repente abordan con un micrófono y, al verse interrogado sobre cuestiones básicas, calla, balbucea, rebuzna o tira el micrófono del periodista. Yo recuerdo una universidad distinta, una donde se iba a ser desasnado y desafiado. Nadie aprende una disciplina valiosa, compleja y respetable sin consagrar unos cuantos años a la adquisición (también memorística) de conocimientos, a la construcción de un sistema interno con su propia lógica, léxico y doctrinas. O sin tender puentes con el resto de disciplinas de verdad, requisito imprescindible para no caer en el economicismo (gravísimo y extendido), el psicologicismo, etc. No pretenda el joven conocer la ciencia política, sea eso lo que sea, sin saber historia. Asimismo, deberá deshacerse de prejuicios y comodidades ideológicas omniexplicativas.

La ignorancia se pasa conociendo, ya sea porque recordamos, como quería Platón, ya sea porque somos tábulas rasas sobre la que otros deben escribir (metáfora más que hipótesis, por lo demás falsa), ya sea porque el niño, el adolescente y el joven son más bien lámparas que hay que encender. Prefiero este último tropo, siempre que quede claro que la única forma de encender las lámparas es la transmisión de conocimientos, no de sentimentalismo. Envenenada por adoctrinamientos —a veces solo estúpidos pero por lo general destructivos—, esta juventud antisemita puede regenerarse, pues la ignorancia tiene cura. Sus maestros y profesores, no; demasiado tarde.

Sánchez era uno de esos jóvenes, y ha crecido sin que le enciendan la lámpara. Ha lanzado negras consignas e infundios judeófobos sin saber realmente lo que decía, y ahora improvisa gran satisfacción por el plan de Trump porque, como buena col de Bruselas, no quiere que se note la nula aportación europea a la hora de diseñar una posible solución. Europa solo ha molestado. En cuanto a sus socios filoterroristas y a la flotilla del odio, Sánchez tienen que seguir acariciándoles el lomo para que no lo dejen caer mientras, por otro lado, se los sacude. De este modo, como suele, reniega de sí mismo, del Sánchez de anteayer. Con lo que el espectáculo circense continúa. Si el socialista español nos recordaba a la tragasables del Circo Price, su líder sería la contorsionista.

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