ABC-IGNACIO CAMACHO
Es un nuevo error la teoría autocomplaciente que da por establecida la derrota definitiva del desafío nacionalista
FRENTE a la épica vacía de un independentismo empantanado en el flagrante incumplimiento de sus expectativas, en el aniversario de la revuelta de octubre se ha empezado a instalar un cierto discurso voluntarista que da por concluido el procés y condena a sus promotores a la eterna gestión de su melancolía. Se trata de una tesis cierta sólo a medias porque olvida un componente esencial del nacionalismo que es la perseverancia en la porfía, la recurrencia histórica con la que se reactiva y se reagrupa para encontrar nuevas vías cuando parece hallarse desalentado y sin salida. La autocomplaciente teoría de su derrota definitiva tiende a soslayar cómo el sentimiento victimista convierte la frustración en energía para empezar tras cada decepción una nueva partida. El Estado ha cometido muchas veces ese error de cálculo optimista y siempre, siempre, ha tropezado con la evidencia de una estimación ficticia. La idea de la ruptura nunca deja de estar viva en el imaginario soberanista y esta última vez quedó demasiado cerca para considerarla una simple fantasía. Ése es el otro punto engañoso del alegato triunfalista: la presentación a posteriori de la insurrección como una pantomima. Puede que ésa fuese en el fondo la intención verdadera de sus inspiradores pero la amenaza estuvo a punto de hacerse efectiva. A nadie se le puede olvidar que durante unos días se produjo en España un vacío de poder y el peligro de quiebra no fue un amago de mentirijillas.
Por eso, aunque resulta obvio que no existe riesgo inmediato, la minimización del conflicto es un pasaporte seguro para el fracaso. La rebelión fue al cabo sofocada y el separatismo vive momentos de división y de atasco bajo la presión simultánea de sus elementos exaltados y del instinto posibilista de sus dirigentes más pragmáticos. Sin embargo, continúa teniendo el poder y todos los recursos que ese enorme aparato le deja a mano. Es decir, que su ánimo puede estar bajo pero de ninguna manera inerme ni en colapso. Sólo desde un buenismo interesado, como el del Gabinete Sánchez, se puede ignorar el cambio de estrategia que se está operando en busca de un procés con los plazos más largos. El sector más inteligente del movimiento republicano ha interpretado los resultados electorales en su sentido exacto para concluir que le falta masa crítica para intentar otro asalto. Y su proyecto pasa por reunir fuerzas al amparo del statu quo favorable que la moción de censura le ha proporcionado. Una mayoría electoral clara, de más de la mitad de los ciudadanos, está a su alcance no ahora pero sí en pocos años, con la incorporación de nuevas generaciones de votantes educados en el secesionismo doctrinario. Ése es el objetivo y no será posible evitarlo si el Estado permanece instalado en el pensamiento mágico de una ficción contemporizadora alimentada, por propia conveniencia, con argumentos falso.