JORGE SANZ CASILLAS-EL DEBATE
  • Vox cumple no ya con su programa (lo cual supone toda una novedad en la política española) sino con su palabra (lo que es todavía más difícil)

Pues no era un farol. Como no lo fue el día que quisieron entrar en los gobiernos autonómicos. Y como tampoco lo fue cuando presentaron una moción de censura con un candidato alternativo y sin afiliación aun sabiendo que no tenían los votos necesarios. Vox ha abandonado este jueves los pactos regionales con el Partido Popular y cumple no ya con su programa (lo cual supone toda una novedad en la política española) sino con su palabra (lo que es todavía más difícil).

En la tarde de este jueves, la mayoría de los periódicos que no le deben nada a Pedro Sánchez abrían sus páginas con el vídeo de la mujer del presidente declarando como imputada por presunto tráfico de influencias y corrupción en los negocios. Es la imagen de la semana, si no del mes. Sin embargo, el sentido de la oportunidad de Vox ha querido que esa no sea la noticia del día. La gente de Abascal ha roto sus alianzas con el PP y confirma lo que muchos ya intuían: que se vive mucho mejor contra el PP que gobernando. Y sobre todo: que Vox estaba siendo víctima del síndrome del pez pequeño, según el cual, en una coalición, el partido con menos votos termina menguando. Que se lo digan a Ciudadanos y a Podemos.

Porque ese es uno de los motivos de la ruptura. La primera es la lealtad a las ideas, la honestidad intelectual, pero la segunda es la necesidad de sentirse alternativa y no muleta. Hay que reconocerle a Vox que no ha reparado en la pasta ni en los puestos de trabajo, sino en su programa, pero esto compatible con decir que a Vox le duele tanto la política migratoria como las últimas encuestas electorales (y resultados). En las generales de hace un año, Vox consiguió el 12,4 % del voto válido y se dejó 19 de los 52 escaños que tenía. En las europeas de hace un mes, donde se supone que la gente vota sin ataduras por aquello de la circunscripción única, ese porcentaje descendió al 9,62 %. Pueden parecer miguitas, pero supone perder uno de cada cinco votos en apenas un año. A eso súmale que Sánchez sale ileso de la crisis migratoria y ya tenemos la jugada completa.

Un año después, el balance de los gobiernos de PP y Vox es mucho más que aceptable. Se han revertido leyes de memoria sectarias, se han eliminado algunas mamandurrias y se ha defendido el idioma allí donde peligraba por el pancatalanismo. Mi familia vive en Castilla y León y no es la región en blanco y negro que dibuja la izquierda. Soy de allí, no me lo cuenten. Nadie es perseguido por su condición sexual y las mujeres caminan por la calle mucho más tranquilas que en la ‘gloriosa’ Cataluña. ¿No es motivo esto para seguir? Parece ser que no.